París amaneció hoy con una nueva arquitectura política. El Palacio del Elíseo dio a conocer la composición del gobierno encabezado por Sébastien Lecornu, una formación de 34 ministros, mitad mujeres, mitad hombres, en la que el Ejecutivo francés busca restablecer estabilidad tras semanas de tensión política.
El nuevo gabinete tiene sabor a reinicio, pero también a continuidad estratégica. En palabras del entorno de Lecornu, se trata de un “equilibrio entre sociedad civil, cuadros experimentados y jóvenes figuras parlamentarias”. Detrás de esa fórmula diplomática se esconde un intento de Emmanuel Macron de calmar las aguas después de una doble crisis: la dimisión del propio Lecornu —que solo unos días más tarde fue reconducido— y la salida de François Bayrou, forzada por un voto de desconfianza en la Asamblea Nacional.
Entre las sorpresas más comentadas figura la salida de figuras históricas. Bruno Retailleau, exministro del Interior y veterano de los Republicanos, deja paso a Laurent Nuñez, hasta ahora prefecto de policía de París. También se despide Elisabeth Borne, que cede la cartera de Educación a Édouard Geffray tras un periodo marcado por la tensión sindical y la creciente desafección del profesorado. Manuel Valls, que ocupaba la cartera de Ultramar, será reemplazado por Naïma Moutchou, nueva voz de la diversidad franco-marroquí en el Ejecutivo.
No todo son cambios. Lecornu se asegura continuidad en los pilares de su gestión: Jean-Noël Barrot sigue en Asuntos Exteriores; Gérald Darmanin conserva Justicia; Rachida Dati continúa al frente de Cultura; y Roland Lescure mantiene Economía, pieza clave ante la inminente presentación del presupuesto de 2026. También repite Annie Genevard en Agricultura, mientras Catherine Vautrin migra de Trabajo a Defensa, un salto que subraya la confianza presidencial en su perfil de gestora firme.
El resultado es un gabinete que respira pragmatismo más que audacia. Auzillos como Benjamin Haddad en Europa o Aurore Bergé en Igualdad refuerzan la sensación de continuidad más que de viraje ideológico. El mensaje a Bruselas y a los mercados es claro: Francia seguirá en su senda de moderación económica y compromiso europeo, pese al renovado ruido interno.
Con esta recomposición, Macron y Lecornu buscan más que un simple “reparto de carteras”: apuntan a blindar una gobernabilidad frágil en un país que arrastra crecientes fracturas sociales. El nuevo Ejecutivo nace, pues, con un aire de laboratorio político. Y en la Francia contemporánea, eso ya es decir mucho.
13/10/2025