En una sala luminosa del Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en Rabat, la palabra “cooperación” resonó una y otra vez este miércoles. Allí, una delegación de la Comisión Nacional Independiente de los Derechos Humanos del Burundi inició una visita de trabajo que, más que un acto protocolario, encarna una voluntad clara: construir una red africana de instituciones de derechos humanos sólidas, conectadas y capaces de influir más allá de sus fronteras nacionales.
Durante una semana —hasta el 14 de octubre— los representantes burundeses compartirán prácticas, metodologías y experiencias con sus homólogos marroquíes. El presidente de la comisión, Martin Blaise Nyaboho, encabeza una misión que incluye al vicepresidente Gérard Rugemintwaza, la secretaria del Buró Ejecutivo Béatrice Nkurunziza y los miembros Gloriose Nimenya y Jean Bosco Manirambona.
Más que una visita, una estrategia
El encuentro forma parte de una agenda más amplia del CNDH para posicionar a Marruecos como un actor central en el fortalecimiento institucional de las instancias africanas de derechos humanos. Según la presidenta del Consejo, Amina Bouayach, el CNDH “no solo comparte su experiencia, sino que busca aprender del recorrido de otras instituciones hermanas”.
Bouayach subrayó que el modelo marroquí, asentado en el diálogo nacional y la interacción con mecanismos internacionales, “ya constituye una experiencia africana por derecho propio”. Y no exagera: Marruecos es actualmente una de las referencias regionales más activas dentro de la Alianza Mundial de Instituciones Nacionales de Derechos Humanos (GANHRI), foro que acredita y supervisa la independencia de organismos de este tipo.
Derechos humanos con acento africano
El líder de la delegación burundesa, Nyaboho, no tardó en precisar el propósito del viaje: “Fortalecer la cooperación entre nuestras instituciones y aprender de la experiencia marroquí en la vigilancia, la protección y la formación en derechos humanos”.
En un continente donde la estabilidad política y la justicia institucional avanzan de manera desigual, los vínculos Sur–Sur entre países africanos prometen una vía menos paternalista que la cooperación tradicional norte-sur: compartir prácticas desde contextos similares.
El programa prevé, además de talleres teóricos, visitas de campo a instituciones locales y reuniones con organizaciones de la sociedad civil. Uno de los momentos destacados será la visita a la Comisión Regional de Derechos Humanos de Tánger-Tetuán-Alhucemas, donde la delegación burundesa conocerá de primera mano cómo el CNDH traduce sus políticas en acciones concretas frente a las comunidades.
El aprendizaje mutuo como nueva diplomacia
El trasfondo de este intercambio revela una tendencia en ascenso: la diplomacia de los derechos humanos dentro del continente. Marruecos, con su red regional y su activa interlocución con organismos internacionales, busca consolidarse como referente africano en materia de protección y monitoreo; Burundi, por su parte, trata de reforzar la credibilidad y eficacia de su joven institución nacional, nacida en un contexto político complejo.
“Compartir, aprender, replicar”: tres verbos que resumen esta alianza discreta pero significativa. Entre Rabat y Buyumbura, el mensaje es claro: África necesita construir su propio marco de derechos humanos, anclado en la experiencia y las realidades del continente.
Quizás el valor más profundo de este encuentro radique en lo simbólico: dos instituciones procedentes de contextos muy distintos afirmando que los derechos humanos no son un lujo importado, sino una aspiración común que África puede —y debe— reinterpretar en su propio idioma.
09/10/2025