Mientras el presidente estadounidense Donald Trump confirmó este lunes un próximo diálogo con su homólogo ruso, Vladimir Putin, para este martes 18 de marzo —con el objetivo declarado de «acelerar el fin de la guerra»—, las calles de Kiev se tiñen de desconfianza. Bajo la sombra de una pancarta frente a la embajada de EE.UU. que reza «No más promesas vacías», la población ucraniana observa con recelo unas negociaciones que, según insisten autoridades locales, podrían implicar concesiones inaceptables para su soberanía.
Antecedentes de desconfianza
El presidente Volodímir Zelensky ha sido categórico: «No existe base de confianza con Moscú». Sus palabras reflejan un sentir nacional arraigado tras once años de violaciones sistemáticas a acuerdos internacionales por parte de Rusia, desde los incumplimientos de Minsk hasta la anexión de Crimea en 2014. Hoy, tras tres años de una guerra total que ha dejado miles de muertos y desplazados, la idea de un «cese al fuego» impulsado por Trump genera más interrogantes que esperanza.
Fuentes cercanas al gobierno ucraniano advierten que algunas propuestas discutidas en las conversaciones bilaterales entre Washington y Moscú —como la posible «desmilitarización» de regiones no ocupadas o cesiones territoriales— son inadmisibles para Kiev. «No negociaremos nuestra integridad», declaró un asesor de Zelensky bajo condición de anonimato.
El polémico «reparto de activos»
Trump, en declaraciones a bordo del Air Force One, mencionó avances en diálogos con ambas partes, aludiendo a un posible «reparto de ciertos activos», incluyendo tierras y centrales eléctricas. Aunque no detalló los términos, la referencia ha encendido alarmas en Ucrania, donde se interpreta como un guiño a demandas rusas de control sobre infraestructuras críticas en el este del país.
«Hablar de repartos como si esto fuera un botín de guerra es ofensivo», expresó Olga Semenenko, una activista presente en las protestas de Kiev. Mientras, analistas políticos señalan que la vaguedad de Trump podría socavar la posición ucraniana en futuras negociaciones formales.
Prioridades ucranianas: seguridad y humanidad
Más allá del escepticismo, Kiev enfoca sus esfuerzos en dos frentes. Por un lado, busca garantías de seguridad concretas con aliados europeos, consciente de que cualquier acuerdo con Rusia requerirá un respaldo militar y económico duradero. Por otro, prioriza el drama humanitario: la repatriación de al menos 20.000 niños deportados a Rusia y la liberación de civiles y soldados en cárceles rusas.
«Sin resolver esto, no habrá paz legítima», subrayó Dmytro Kuleba, ministro de Exteriores ucraniano, durante una conferencia con la UE esta semana. Bruselas, por su parte, ha prometido ampliar sanciones a Moscú si no se avanza en estos temas.
¿Diplomacia o teatro geopolítico?
Mientras Trump insiste en su «gran posibilidad de lograr un acuerdo histórico», Europa observa con cautela. Funcionarios de la OTAN en Bruselas advierten que cualquier solución que ignore la participación directa de Ucrania —y sus condiciones— estará condenada al fracaso.
Hoy, la pregunta no es solo si Trump y Putin lograrán detener la guerra, sino a qué costo. Para Ucrania, la respuesta podría definir su futuro como nación.
17/03/2025