El presidente estadounidense, Donald Trump, parece haber encontrado en el conflicto palestino-israelí un nuevo escenario para desplegar su característico estilo de negociación: una mezcla de audacia, improvisación y una dosis de provocación calculada. Su reciente propuesta de convertir Gaza en una «Riviera del Medio Oriente», tras expulsar a sus habitantes, no solo ha generado revuelo internacional, sino que también ha dejado al descubierto una estrategia que busca, por un lado, presionar a Hamas y, por otro, consolidar su alianza con la derecha israelí y su base electoral doméstica.
En una conferencia de prensa junto al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Trump volvió a sorprender con una idea que, aunque carece de detalles concretos, refleja su habitual táctica de elevar las exigencias al máximo para obtener concesiones. Sin embargo, esta vez, su propuesta no solo ha sido recibida con escepticismo, sino con un rechazo casi unánime por parte de la comunidad internacional, incluidos aliados tradicionales de Estados Unidos en la región.
Una idea sin sustento, pero con intenciones claras
A primera vista, la idea de Trump parece más un eslogan publicitario que un plan político viable. ¿Cómo se implementaría la expulsión de más de dos millones de personas? ¿Quién financiaría la transformación de Gaza en un paraíso turístico? Estas preguntas, que quedaron sin respuesta durante la conferencia de prensa, revelan la falta de un plan estructurado detrás de la propuesta. Sin embargo, más allá de su aparente fantasía, la iniciativa tiene un objetivo claro: ejercer presión sobre Hamas y, al mismo tiempo, complacer a la derecha israelí, que ve en Trump un aliado incondicional.
Netanyahu, por su parte, no ocultó su entusiasmo ante las declaraciones de Trump. Para el primer ministro israelí, estas palabras representan un respaldo tácito a su agenda política, que incluye la marginación de Hamas y la consolidación del control israelí sobre los territorios en disputa. No es casualidad que Trump haya mencionado la posibilidad de anexión en Cisjordania y la eliminación de Hamas en el mismo discurso. Estas declaraciones parecen estar cuidadosamente diseñadas para fortalecer la posición de Netanyahu frente a su coalición de gobierno, que enfrenta divisiones internas sobre cómo manejar el conflicto.
El rechazo palestino y la comunidad internacional
La reacción palestina no se hizo esperar. Desde Hamas hasta la Autoridad Palestina, las voces de rechazo han sido contundentes. El embajador palestino ante la ONU, Riad Mansour, recordó que Gaza no es un territorio deshabitado, sino el hogar de millones de personas que ya han sufrido desplazamientos y pérdidas históricas. La referencia a la Nakba (la catástrofe de 1948) no es casual: para los palestinos, la idea de ser expulsados nuevamente de sus tierras es inaceptable.
Pero el rechazo no se limita a los palestinos. Arabia Saudita, Qatar y otros países árabes han expresado su oposición a la propuesta de Trump, subrayando que cualquier solución al conflicto debe incluir la creación de un Estado palestino con capital en Jerusalén Este. Esta postura refleja no solo un compromiso con la causa palestina, sino también un cálculo estratégico: la estabilidad de la región depende, en gran medida, de la resolución del conflicto israelí-palestino.
Trump: ¿Un matón que respeta a los fuertes?
El estilo de Trump, descrito por algunos analistas como el de un «matón que respeta a los fuertes», parece estar en juego en esta situación. Su tendencia a retroceder cuando se enfrenta a una resistencia firme sugiere que la contundencia de las respuestas internacionales podría ser clave para desactivar esta propuesta. Sin embargo, también es cierto que Trump ha demostrado una capacidad única para aprovechar el caos y la controversia en su beneficio político.
En este caso, su objetivo parece ser múltiple: presionar a Hamas, fortalecer a Netanyahu, avanzar en su agenda de normalización con Arabia Saudita y, no menos importante, consolidar su imagen como un líder audaz y disruptivo frente a su base electoral. Sin embargo, el riesgo de esta estrategia es alto. Una escalada en el conflicto palestino-israelí podría tener consecuencias devastadoras para la región y para la credibilidad de Estados Unidos como mediador en el proceso de paz.
Una apuesta arriesgada con consecuencias impredecibles
La propuesta de Trump sobre Gaza es, en esencia, una jugada política arriesgada. Por un lado, busca reafirmar su alianza con Israel y presionar a Hamas; por otro, corre el riesgo de desestabilizar aún más una región ya convulsa. La reacción de la comunidad internacional, especialmente de los países árabes, será determinante para el futuro de esta iniciativa. Si la oposición es firme y unánime, es posible que la idea quede en el olvido. Sin embargo, si Trump logra avanzar, las consecuencias podrían ser catastróficas, no solo para los palestinos, sino para la estabilidad de todo el Medio Oriente.
En última instancia, lo que está en juego no es solo el futuro de Gaza, sino la credibilidad de Estados Unidos como actor global y la posibilidad de una solución justa y duradera al conflicto palestino-israelí. Trump, con su estilo impredecible y provocador, ha puesto una vez más el mundo en vilo. La pregunta ahora es si esta vez su apuesta saldrá bien, o si, por el contrario, terminará por profundizar una de las crisis más complejas de nuestro tiempo.
05/02/2025









