Un estallido de indignación estudiantil ha sacudido a varias ciudades argelinas, incluyendo Constantina, Tizi Ouzou, Batna y Ouargla. Desde el domingo 19 de enero, comenzando en Sétif, miles de estudiantes han tomado las calles para protestar contra un sistema educativo que consideran asfixiante y un gobierno sordo a sus reclamos. La sobrecarga de los programas y la extenuante carga horaria son el detonante de estas movilizaciones que han encontrado eco en las redes sociales, donde la solidaridad ciudadana se ha manifestado con fuerza.
Las consignas que inundan las calles argelinas retratan la frustración de una generación que se siente abandonada: «Los estudiantes reclaman la reducción de las horas de curso y del programa», «La escuela argelina destruye la juventud» y «Los estudiantes sufren las decisiones de los antiguos» son algunos de los mensajes que se leen en las pancartas que portan los manifestantes. El grito de «¡Se han devorado el país, despreciables!», resuena con fuerza, expresando la rabia contenida ante la percibida indiferencia gubernamental.
En el corazón de estas protestas late una demanda fundamental: la necesidad de un sistema educativo que forme, no que agote. Los estudiantes exigen una reducción significativa de la carga académica y una mayor consideración de sus peticiones por parte de las autoridades educativas. Un video que circula en redes sociales muestra el testimonio de un estudiante que, con elocuencia y desesperación, explica que el objetivo del movimiento no es generar caos, sino ejercer el derecho legítimo a una educación digna. En el mismo video, relata un episodio revelador: ante la solicitud de un grupo de estudiantes para aligerar el programa, un responsable académico habría respondido con una indolente sugerencia: «Si no les gusta, dejen de estudiar». Esta anécdota, que se ha viralizado, ilustra la desconexión entre las autoridades educativas y la realidad estudiantil.
La respuesta del gobierno, hasta el momento, ha sido la represión. Las fuerzas de seguridad han intervenido con contundencia, realizando arrestos y dispersando las manifestaciones. Esta estrategia, lejos de apaciguar la situación, ha avivado las críticas de observadores y ciudadanos que exigen la apertura de un diálogo constructivo y la atención real a las demandas estudiantiles.
La simultaneidad de las protestas en diferentes ciudades evidencia un descontento generalizado que trasciende las particularidades locales. El movimiento estudiantil argelino, amplificado por las redes sociales, se configura como un termómetro social que mide la creciente frustración de una juventud que exige un futuro digno y un sistema educativo que les permita construirlo. La pregunta que queda en el aire es si el gobierno argelino optará por escuchar el clamor de las calles o continuará apostando por la represión como única respuesta.
22/01/2024









