La ya tensa cuerda diplomática entre París y Argelia parece tensarse aún más, impulsada esta vez no solo por incidentes diplomáticos de alto voltaje como el reciente arresto del escritor franco-argelino Boualem Sansal, sino también por un sentir popular cada vez más contundente. Una reciente encuesta realizada por el instituto CSA para la cadena CNEWS, conocida por su línea editorial conservadora, revela un dato que sacudirá el debate migratorio francés: el 66% de los ciudadanos franceses se muestra partidario de detener de inmediato cualquier forma de inmigración proveniente de Argelia.
Este dato, lejos de ser una mera anécdota, se convierte en una radiografía del estado de ánimo de una parte significativa de la sociedad francesa. Desglosando aún más los datos, la unanimidad entre hombres (66%) y mujeres (67%) es notable, sugiriendo que esta preocupación trasciende las divisiones de género. Sin embargo, es al analizar la variable de la edad donde la contundencia se hace aún más palpable: un abrumador 76% de los mayores de 50 años clama por el cese de la inmigración argelina. Esta cifra podría interpretarse como un reflejo de la experiencia acumulada y las percepciones sobre el impacto de la inmigración en diferentes generaciones.
La división se profundiza aún más al observar las categorías socio-profesionales. Un significativo 70% de las personas consideradas «inactivas» laboralmente se inclinan por el cierre de fronteras a la inmigración argelina. Este dato podría estar relacionado con preocupaciones sobre la presión en los sistemas de bienestar social o la competencia en el mercado laboral, aunque se necesitan análisis más profundos para confirmar estas hipótesis.
Sin embargo, como suele ocurrir con temas tan polarizantes, el apoyo a esta medida se fractura drásticamente en función de la afiliación política. La encuesta revela un claro abismo ideológico. Mientras que una sólida mayoría de los votantes de izquierda se oponen a la medida (con un 72% en contra entre los simpatizantes de Francia Insumisa, un 66% entre los ecologistas y un 54% entre los cercanos al Partido Socialista), la derecha se muestra mucho más favorable.
El dato más llamativo, y quizás menos sorprendente, reside en la postura de los votantes de la extrema derecha. Un contundente 98% de los simpatizantes de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen abogan por el cese inmediato de toda inmigración argelina. Esta cifra no solo consolida la inmigración como uno de los pilares fundamentales de su discurso, sino que también demuestra la resonancia que este mensaje tiene entre sus votantes. Incluso dentro de la derecha tradicional, representada por Los Republicanos, un significativo 78% comparte esta opinión.
Incluso la base electoral del partido gobernante, Renaissance (antiguo La República en Marcha) de Emmanuel Macron, muestra una inclinación hacia el endurecimiento de las políticas migratorias. Un 66% de sus votantes se muestra favorable a detener la inmigración desde Argelia. Este dato sugiere que incluso dentro del espectro político centrista, existe una creciente preocupación por la inmigración, o al menos una percepción de que es necesario adoptar medidas más restrictivas.
Más allá de los números fríos, es crucial analizar el contexto en el que se produce esta encuesta. La detención de Boualem Sansal, criticada por el propio Macron como un acto que «perjudica a Argelia», ha añadido leña al fuego a una relación bilateral ya de por sí compleja. Pero la escalada no se detiene ahí. En paralelo a este incidente diplomático, la aparición de vídeos en TikTok protagonizados por influencers argelinos y franco-argelinos, supuestamente incitando al odio, ha envenenado aún más el ambiente. Estas publicaciones, que han circulado ampliamente en redes sociales, han sido interpretadas por algunos sectores en Francia como una campaña orquestada para desestabilizar el país. De hecho, fuentes cercanas a la cadena CNEWS sugieren que los servicios de inteligencia franceses no descartan la posibilidad de que Argelia esté detrás de una iniciativa coordinada para socavar la estabilidad francesa. Estas sospechas, aunque no confirmadas, resuenan en los pasillos del poder francés y contribuyen a un clima de desconfianza palpable.
Pero la escalada no se detiene ahí. En un movimiento que anticipa un posible endurecimiento de la política migratoria, el Ministro del Interior francés, Bruno Retailleau, ya había manifestado su apoyo, en una sesión en el Senado a finales de noviembre, a poner fin al acuerdo franco-argelino de 1968. Este acuerdo, que regula la circulación, el empleo y la residencia de ciudadanos argelinos y sus familias en Francia bajo condiciones más favorables que las del derecho común, se ha convertido en un punto de fricción recurrente. La propuesta de Retailleau, ahora respaldada por la contundente cifra del 66% de los franceses que piden un cierre total a la inmigración argelina, otorga un peso político considerable a quienes abogan por una revisión profunda de las relaciones bilaterales y, en particular, de los acuerdos migratorios.
Esta encuesta, por lo tanto, no es un hecho aislado. Se inserta en un contexto de crecientes tensiones diplomáticas, alimentadas por incidentes concretos y por una percepción, cada vez más extendida en la sociedad francesa, de que la inmigración argelina plantea desafíos significativos. La contundencia de los datos, especialmente en ciertos grupos de edad y socio-profesionales, refuerza el discurso de aquellos que exigen medidas drásticas.
Sin embargo, es crucial analizar estos datos con matices. Si bien la encuesta refleja un sentimiento palpable en una parte importante de la población francesa, la división por filiación política demuestra que este no es un tema de consenso absoluto. La resistencia de la izquierda a un cierre total de la inmigración argelina evidencia la existencia de visiones contrapuestas y la necesidad de un debate más profundo y sosegado.
En definitiva, esta encuesta explosiva actúa como un revelador del estado de ánimo en Francia con respecto a la inmigración argelina. En un momento de alta tensión diplomática, los resultados otorgan un nuevo impulso a las voces que claman por un cambio radical en las políticas migratorias y en la relación bilateral con Argelia. Habrá que observar con atención cómo el gobierno francés interpreta y responde a este clamor popular, y cómo este sentir influye en el futuro de las relaciones franco-argelinas. Lo que está claro es que la inmigración, una vez más, se sitúa en el centro del debate político francés, con implicaciones que van mucho más allá de las cifras y alcanzan la esfera de la identidad nacional y la política exterior.
09/01/2025









