Alemania ha reintroducido controles en sus fronteras terrestres con Francia, Luxemburgo, Países Bajos, Bélgica y Dinamarca por un período de seis meses. Esta medida, que se suma a los controles ya existentes en las fronteras orientales y con Suiza, convierte a Alemania en un país con todas sus fronteras terrestres bajo control. La ministra del Interior, Nancy Faeser, justifica la decisión por la necesidad de frenar la inmigración ilegal, combatir el crimen organizado y proteger al país de posibles amenazas terroristas.
La decisión ha generado críticas tanto dentro como fuera de Alemania, con voces que alertan sobre una posible vulneración del principio de libre circulación dentro de la UE y un debilitamiento del espíritu de integración europea. Faeser argumenta que la medida es necesaria debido al aumento de la violencia e inseguridad ciudadana, y que Alemania ha llegado al límite de su capacidad para acoger refugiados.

Países vecinos como Polonia y Austria han expresado su descontento. El primer ministro polaco, Donald Tusk, considera la medida inaceptable y exige un mayor control de las fronteras exteriores de la UE. Por su parte, Austria ha anunciado que no aceptará a los migrantes rechazados en la frontera alemana. El canciller alemán, Olaf Scholz, defiende la medida alegando que otros países de la UE no cumplen con sus compromisos en materia migratoria.
La reintroducción de controles fronterizos en Alemania, en un contexto de auge de la extrema derecha y aumento de la presión migratoria, ha despertado el temor a un «efecto dominó» que pueda llevar a otros países a tomar medidas similares, fragmentando aún más el espacio Schengen y poniendo en jaque el futuro de la integración europea. La eficacia de los controles, que ya han resultado en miles de expulsiones en las fronteras orientales, será evaluada en los próximos meses.
16/09/2024