Por Rosa Amor del Olmo
¿Cómo y por qué decidiste unirte a la masonería?
De una forma, digamos, poco ortodoxa. Yo no llamé a las puertas del templo (los masones trabajan con su logia en un templo masónico), sino que amigos y amigas de otro ámbito y que eran masones me hablaron y me ofrecieron acercarme. Conocía poco la masonería y muy tangencialmente, todo sea dicho, pero, curioso como ha sido uno siempre y con esos pocos conocimientos, y quizás, por cierta predisposición más por aspectos formales que filosóficos de la masonería, decidí dar el paso.
– ¿Cómo fue tu proceso personal de iniciación dentro de la masonería?
Y ese paso ha sido uno de los que mejor he dado en mi vida porque a medida que ha ido pasando el tiempo he comprobado que la masonería forma parte de lo que es uno, quizás más que otras cuestiones, organizaciones o ámbitos a los que pertenezco. Ha sido un camino fascinante hasta aquí, con sus dificultades más que con crisis, que ha merecido la pena emprender, y que deseo seguir recorriendo. Descubres ideas, símbolos, principios, etc. que te llenan, y que te ayudan en la vida, sin olvidar que, además, como historiador la masonería constituye una fenómeno estimulante para el estudio, una dimensión que, en mi caso, también tuvo mucho que ver con el deseo de ser iniciado y aceptado.
¿Qué es lo más incomprendido o malinterpretado sobre la masonería en la sociedad actual?
Las cuestiones del secreto o de la discreción de la masonería porque llaman a malas interpretaciones y a la generación de prejuicios y falsedades.
Como historiador y masón, ¿cómo manejas la dualidad entre ser un miembro activo de la masonería y un investigador imparcial de su historia?
Lo de la imparcialidad no me gusta mucho. Lo que me gusta más es el trabajo serio y profesional de un historiador. No somos objetivos porque la objetividad no existe, ya que, eso significaría que solamente hay una visión de los procesos y hechos históricos. Lo que existe es el trabajo sereno, científico, y que se aprende en la Facultad, en los archivos y bibliotecas, analizando las fuentes, leyendo y reflexionando, buscando respuestas a nuestras hipótesis y modificándolas en función de lo que nos ofrecen las fuentes, sabiendo, además, cuales son sus orígenes. Las fuentes no pueden ser manipuladas ni tampoco podemos emplear solamente las que nos interesan para confirmar nuestros planteamientos previos. Además, el fin debe ser siempre llegar a conocer, no justificar ni atacar el fenómeno histórico que estudiamos. Ser historiador y masón, y estudiar la masonería, no significa que deba ensalzar la misma o atacar a sus enemigos históricos, ni a aprovechar para criticar masonerías o masones con los que se tenga menor afinidad.

En tu experiencia como autor de libros de divulgación, ¿qué temas relacionados con la masonería generan mayor interés o controversia entre los lectores?
Creo que interesa y genera controversia todo lo que tiene que ver con lo que se considera secreto y es, en realidad, discreto, sobre cómo se organizan los masones en sus logias, sin olvidar la posible influencia de la masonería en la vida profana, en la política, en el devenir de las sociedades.
¿Alguna vez has recibido críticas o presión por publicar ciertos aspectos de la masonería?
Presiones ninguna, pero críticas sí, porque algunos masones piensan que no es conveniente divulgar aspectos de la masonería aunque no se caiga en la vulgarización, y que hay que escribir solamnte para masones, y con muchísima profundidad. Pero mis objetivos están en otro lado, en la necesidad de enseñar, de trabajar para llegar al público y no sólo en cuestiones de masonería. Nuestra sociedad está muy necesitada de conocimientos históricos que sean rigurosos pero que no transiten por las rutas de lo erudito porque, entonces no se llega a nadie o a casi nadie. Eso no quita que dediquemos una parte de nuestro trabajo a investigaciones sesudas, pero ese no es mi objetivo en este momento.
¿Qué papel crees que ha jugado la masonería en momentos clave de la historia, como la Revolución Francesa o la independencia de América?
En la Revolución francesa, en realidad, por mucho que el primer pensamiento conservador haya insistido en lo contrario, la masonería no puso en marcha la misma; es más, en algunos momentos revolucionarios fue perseguida. La influencia en el caso norteamericano parece más evidente porque muchos de los “padres” de los Estados Unidos fueron masones. Pero conviene siempre ser cuidadosos porque que importantes e influyentes personajes en los hechos y procesos históricos hayan sido masones no significa que la masonería como organización haya participado en los mismos ofreciendo o dando consignas y defendiendo determinadas posturas. En realidad, eso no se puede afirmar porque, además, los masones han sido y son muy diversos en sus ideologías o posturas políticas.
Es verdad que la masonería es compañera de la Ilustración y defensora de principios que terminarian de triunfar en esos dos procesos históricos sobre los que se me pregunta, pero, insistimos, las obediencias o potencias masónicas no son grupos de presión en un sentido u otro, por mucho que, en ocasiones los temas y cuestiones profanas entren en su interior y se detecten momentos de intensa politización en sus senos.
– ¿Existen mitos sobre la influencia de los masones en estos eventos?
En cierta medida sí, exagerando su influencia, pero, especialmente, para el caso de la Revolución francesa.
¿Cuál es el impacto que la masonería ha tenido en tu vida personal y profesional, especialmente en tu labor como historiador?
En la vida personal ha sido un descubrimiento esencial. Gracias a la masonería he conocido un conjunto de herramientas que me están ayudando en mi vida, enriqueciéndola, sin lugar a dudas, además de proporionarme una fuente enorme de conocimiento. Como historiador me ha abierto un mundo nuevo y casi inagotable de investigación que antes no contemplaba, y que se ha unido a los que ya desarrollaba. Desde tu punto de vista, ¿cómo ha evolucionado la masonería a lo largo del tiempo? ¿Sigue siendo relevante en el siglo XXI?
Lentamente, porque eso es consustancial a la masonería, aunque se han actualizado algunas cuestiones de los ritos y los rituales. Las redes sí han supuesto un cambio importante tanto en lo positivo como en lo negativo. Si por un lado, los medios digitales permiten mejorar los contactos, las relaciones y poder hacer que la información fluya más y mejor, y llegue más lejos, también se han convertido, en muchos casos, en un moderno vehículo para seguir tergiversando y atacando a la masonería con mayor eficacia aún que en el pasado.
– ¿Qué diferencias son relevantes entre la masonería de hoy y la de siglos anteriores?
En algunas cuestiones no parece que hubiera muchas diferencias porque algunos de los problemas que se ven hoy en día en el seno de las logias, como la cuestión de la falta de instrucción o formación masónica, los comprobamos también en las fuentes históricas. Por otro lado, y esta es una opinion muy personal, observo una cierta caída del compromiso. Entrar en masonería es complejo, salir muy fácil, y observo que se llama a las puertas con cierta asiduidad, pero muy pronto llega el desengaño, ya que hay muchas personas que tienen una idea previa de la masonería muy alejada de la realidad. No se viene a hacer negocios, a intentar influir en asuntos profanos, en buscar amistades y contactos entre poderosos, rendir un culto distinto al que nos pueden ofrecer las religiones, ni como una terapia psicológica. Se viene a hacer masonería, fácil de decir, complejo de realizar.
¿Cómo se adapta la masonería al avance de la tecnología y el acceso a la información en la era digital?
Pues tengo sensaciones encontradas en relación con esta cuestión. La era digital proporciona unas herramientas para el conocimietno y el contacto que no puede desaprovechar la masonería. Pero el trabajo masónico fundamental es presencial, es y debe ser en persona. Lo demás, la información, la historia, las cuestiones administrativas y los contactos se agilizan de forma evidente empleando los medios digitales, pero, insisto, el trabajo masónico necesita el calor humano, el contacto personal, y eso no puede ni debe cambiar.
En tus libros de divulgación, ¿cuál es tu enfoque principal? ¿Cómo logras equilibrar la divulgación con la discreción propia de la masonería?
Mi motivación siempre es pedagógica, la de mostrar, desde una interpretación propia, pero que intenta ser serena, lo que ha sido históricamente la masonería. Es evidente que mi visión está abierta al debate, la discusión y la discrepancia porque eso es consustancial al análisis historiográfico, pero en lo que sí soy contundente es que en esa discusion y controversia no me valen los argumentos contrarios basados en mitos o prejuicios. Eso no es serio y obedece a intereses o motivaciones que nada tienen que ver con el conocimiento.
Por otro lado, siempre hay que ser muy cuidadoso con determinadas cuestiones de la masonería que deben ser tratadas con esmero y respetando aspectos que atañen a interpretaciones y conocimientos íntimos de los masones. La discreción debe ser la norma, no el secretismo. El cuidado y la sensibilidad deben ser las reglas de un historiador o de un escritor que trabaje sobre masonería. Pero no porque se desvelen secretos conspirativos que no han existido nunca, sino, precisamente porque todo iniciado debe ir desubriendo muchas cuestiones poco a poco, con el tiempo masónico, y que le van convirtiendo en un masón. Parece que esto cuesta entenderlo y que se despacha con el consabido argumento de que no se cuentan cosas porque son una sociedad secreta para, supuestamente, dominar el mundo. No, es algo más común de lo que se cree, y que afecta a otras sociedades u organizaciones, y más en las que tienen una evidente dimensión espiritual.
¿Crees que los principios de la masonería tienen un lugar en la política moderna o deberían mantenerse al margen?
Como organización soy completamente contrario a convertir las obediencias y logias en gurpos que demanden determinadas políticas o se pronuncien públicamente sobre decisiones o situaciones políticas. La masonería es otra cosa, es un ejercicio personal y colectivo por ser mejores, por reflexionar sobre quienes somos y qué hacemos, en un ejercicio permamente de análisis y reflexión. Y luego en nuestra vida profana cada uno tiene sus ideas y sus compromisos, y algunos hasta cierto protagonismo público y/o político en un sentido u otro, pero no como miembros de la masonería.
– ¿Existen masones activos en la política actual? ¿Cómo influye su pertenencia en su labor política?
Claro que los hay, aquí y fuera de aquí, como siempre ha habido, pero, insistimos, con ideas y planteamientos diversos. Si la masonería influye debería ser en hacer a esos políticos más reflexivos, más tolerantes de verdad, dialogantes, humanistas, sensibles, etc., no en que tomen decisiones en un sentido u otro, o que opinen sobre lo que hacen otros políticos. En el seno de las obediencias y logias no se dan consignas de ningún tipo. Ningún masón de verdad aceptaría eso nunca, aunque esas consignas se tomaran, supuestamente, por mayoría (por cierto, la masonería es muy jerárquica, pero intensamente democrática).
¿Qué respuesta darías a aquellos que afirman que la masonería es una organización secreta con agendas ocultas?
Esa es la historia de siempre y desde el siglo XVIII. La respuesta a ofrecer es la seriedad, el trabajo bien hecho, el diálogo con sensatez, el escribir con rigor, la divulgación sin caer en la vulgarización, y aún así, siempre habrá quien piense en esas historias de conspiraciones, y hasta de cultos satánicos. Hay que asumir que eso no acabará nunca porque son cuestiones que atraen mucho a determinado público, y las redes son un medio que se aprovecha para seguir difundiendo ideas y planteamientos que no son más que bulos. Lo que si hay que trabajar es para que nunca más esas ideas terminen informando políticas de persecución y exterminio, como vimos en el pasado siglo, y donde, lamentablemente, nuestro país fue protagonista en la época franquista que fue el culmen fatal, precisamente, de un antimasonismo machacón desarrollado desde los sectores más integristas y reaccionarios de la religión y la sociedad durante más de un siglo.
¿Qué desafíos has enfrentado al divulgar temas masónicos a un público general, y cómo los has superado?
Los desafíos tienen que ver con buscar el equilibrio entre lo erudito y lo divulgativo, por la complejidad que suponen muchos aspectos masónicos, especialmente, los simbólicos. Pero, además, porque muchos de los procedimientos, prácticas, ritos y rituales pueden chocar con la vida actual tan dada a lo informal y hasta prosaico. Todo esto genera mucha incomprensión, y un historiador que, además, es masón, tiene que esforzarse en hacer comprender la importancia del símbolo en nuestro mundo, en nuestra civilización, y que los ritos y rituales forman parte de nuestra vida aunque no nos demos cuenta. En todo caso, que haya desafíos siempre es un estímulo. Lo fácil es poco atrayente para un historiador y para un masón.
Si pudieras corregir un solo aspecto de la percepción pública sobre la masonería, ¿cuál sería y por qué?
Que la masonería no es una secta ni una organización para la conspiración, sino una sociedad que pretende que sus miembros sean mejores, donde se pueden encontrar algunas respuestas o, al menos, poder plantearse preguntas, y siempre al servicio del progreso, del razonamiento, del contraste intenso pero sereno de ideas y posicionamientos, de la cultura y del verdadero sentido de la tolerancia, sin sus connotaciones condescendientes.
¿Cómo abordas la interacción entre la masonería y la religión, dado que ambos han tenido momentos de tensión a lo largo de la historia?
Partiendo del hecho de que la masonería no es una religión, ni un culto ni una secta, ni en la misma se adora a ningún poder sobrenatural o espiritual superior no debería haber conflicto alguno por mucho que se empeñen los sectores más integristas de la Iglesia. Nunca he creído que exista una contradicción o conflicto entre ambos mundos. El problema es que una gran parte de la Iglesia siempre ha considerado como enemiga a la masonería porque la misma habla de libertad de conciencia y de que no se puede ejercer ningún poder de tipo religioso sobre la sociedad, y por eso se ha atacado a la masonería con historias, en realidad, tan inverosímiles, como las del supuesto culto satánico que se practicaría en las logias. ¿Ustedes se imaginan a Churchill, Roosevelt, o Sagasta adorado al demonio en sus respectivas logias?
Al escribir sobre la masonería, ¿qué fuentes históricas consideras más fiables? ¿Hay algún archivo o documento que desearías explorar más a fondo?
Ese es uno de los graves problemas que tienen los historiadores, sobre todo, por la falta de fuentes directas, y dependientes, en muchos casos, de los expedientes que generó una institución represiva. Es verdad que esos expedientes dan mucha información y es valiosa, pero siempre debe tenerse en cuenta quién provoca o realiza esas fuentes y con qué fin, algo que, por ejemplo, bien saben los historiadores que trabajan con sentencias y documentos judiciales en otros ámbitos, como es el caso de la documentación inquisitorial en otros ámbitos y épocas.
Se han perdido muchos documentos y cuesta hacer una investigación directa. Afortunadamente, hay mucha prensa oficial y no oficial que ha tratado de masonería, y muchos libros, pero de papeles, documentos en sí, de logias y obediencias no andamos muy sobrados. Los historiadores que hacen esas investigaciones directas merecen todos nuestros elogios.
¿Cuáles son los mayores desafíos para la masonería en el futuro?
Sería intentar buscar el el equilibrio entre sus tradiciones y la necesaria modernización de algunos aspectos, algo complicado, sin lugar a dudas. La masonería tiene mucho de tradición, de historia, de transmisión de principios, valores, símbolos y procedimientos establecidos en el pasado, y eso debe ser, en mi opinión, siempre preservado porque, además, en realidad, siguen siendo vigentes; ¿o vamos a cambiar la trilogía de la “libertad, igualdad, fraternidad”?. Si dejamos de practicar ritos y rituales no haremos masonería, sino otra cosa, seguramente interesante y loable, pero no será masonería. Además, en realidad, siempre ha habido una evolución. Hay procedimientos y prácticas que ya no se hacen porque chocarían hoy en día, pero, insisto, los límites o landmarks, como se dice en masonería, no son cuestiones que puedan ser abolidas y sustituidas radicalmente por otros límites o tradiciones.
En tus libros, ¿cómo manejas la tensión entre lo que se puede compartir públicamente y lo que debe permanecer dentro de la logia?
Estupenda pregunta, si se me permite decirlo, y es algo que he tratado con otros masones. Soy partidario de divulgar con rigor muchos aspectos de la masonería con el fin de enseñar qué es, así como sus problemas también, tano con un afán diletante, que no debe olvidarse nunca, pero, sobre todo, pedagógico, pero hay límites porque la masonería es una organización discreta e iniciática donde hay que vivir sus principios y símbolos en la intimidad personal y con otros masones, sin precipitarse y siguiendo el tiempo masónico, que no es, ni mucho menos, como el profano. No me gusta tratar casi nada de los altos grados o grados filosóficos, por ejemplo. Pero, por otro lado, por mucho que expliquemos un símbolo, siempre queda la vivencia personal del masón, su propia interpretación personal y distinta, por lo que la esencia masónica siempre puede quedar a salvo. En todo caso, el equilibrio entre enseñar o explicar y salvaguardar lo que debe permanecer dentro de las columnas que dan acceso a una logia no es fácil. Es un tema de debate entre los masones.
¿Qué proyectos futuros tienes como historiador y divulgador en relación con la masonería?
Ahora estoy descansando un poco de la investigación masónica pero sigo con los símbolos, con su estudio, por lo que estoy trabajando en un nuevo diccionario, sin olvidar mis breves entregas periodísticas sobre distintos aspectos masónicos.
20. Por último, ¿qué consejo darías a quienes se interesan en la masonería y quieren saber más sobre ella, ya sea como historiadores, académicos o curiosos en general?
Lo más importante es contrastar fuentes, tener mucha prevención sobre la información a la que accedemos porque nos podemos perder muy fácilmente, tanto por la multiplicidad de las mismas, como, sobre todo, por la cantidad de falsedades y verdaderas barbaridades que se siguen publicando sobre la masonería, y más desde que contamos con las redes donde no existen ya los filtros que podían darse en el pasado cuando solamente había la posibilidad de publicar un libro o un artículo periodístico. Pero este consejo podría aplicarse a muchas otras cuestiones históricas. En todo caso, en el mercado bibliográfico ya existe un corpus bien definido y serio de obras historiográficas sesudas y más divulgativas donde poder saciar nuestra natural curiosidad.

Eduardo Montagut nació en Madrid en 1965. Se licenció en Historia por la UAM en 1988, alcanzado el Doctorado en la misma Universidad 1996. Ese mismo año comenzó a ser profesor de Geografía e Historia en la Comunidad de Madrid, ejerciendo en algunos períodos cargos directivos en distintos Institutos de Secundaria. Es miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. En la actualidad es uno de los editores del periódico digital El Obrero, aunque también colabora en otras publicaciones como Nueva Tribuna, Entreletras, Nortes o Nueva Revolución. Tiene publicados más de una quincena de libros de Historia y de Masonería. En 2024 fue galardonado con el Premio Mejor Aliado de la Asociación Blanco, Negro y Magenta. Es maestro masón.
18/9/2024