¿Cómo reevaluar la enseñanza de la literatura? Los estudiosos literarios, de forma tradicional, indican que para la literatura infantil (LI) y literatura juvenil (LJ) dichos estudios son antiguos, ya no cautivan y se enfrentan a la indiferencia, lo cual es obvio. El problema actual del estudio de las letras se define así, aunque tal vez no sea tanto su atractivo como su legitimidad: ¿para qué se enseñan textos con un referente problemático? Los textos literarios destinados a la escuela, plantean muchas dificultades de lectura; los niños reclaman nuevas vías y mayor atención.
La literatura no se limita a la narrativa o la ficción, y siempre asume un trabajo didáctico sobre las funciones de las palabras, por lo tanto, tener en cuenta el lenguaje es esencial. Finalmente, parece necesario distinguir entre el lado emocionante de la literatura y el lado emocionante de la enseñanza para la educación literaria. Un texto atractivo no implica necesariamente un curso didáctico inolvidable; y lo contrario es igual de cierto. ¿Por qué los textos seducen a los lectores y por qué los cursos son de interés para los estudiantes? Son dos preguntas muy diferentes que no requieren las mismas respuestas.
Felipe Zayas (2011) o Pedro C. Cerrillo (2007) han hecho importantes aportaciones en los últimos tiempos para que la lectura como actividad libre y personal –basada, por tanto, en el propio gusto por leer– y el aprendizaje de la literatura no sean incompatibles. Por un lado, se debe resaltar la labor del profesor Zayas en el campo de la educación literaria y las TIC o, dicho de otro modo, cómo se adapta el proceso de enseñanza y aprendizaje de la literatura a los tiempos en los que vivimos, en los que es imposible dar la espalda a las nuevas tecnologías e Internet. Asimismo, tanto Zayas como Cerrillo han trabajado con exhaustividad el tema de la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) de calidad. Ambos autores hablan de un auténtico ≪boom≫ editorial, ya que desde hace relativamente poco tiempo son muchísimas las obras literarias que se escriben y publican exclusivamente para el público infantil y juvenil. Es decir, las editoriales han advertido un importante nicho de mercado y hace ya un par de décadas que decidieron hacer una fuerte inversión en el mismo. Es curioso como aquellas obras que, en principio, son destinadas a leerse o recomendarse, o incluso se obligan a leer en el aula, suelen ser las escritas por profesores o autores relacionados de una forma u otra con la docencia, mientras
que aquellas obras de LIJ que más escaparates de librerías ocupan y que están destinadas a ser bestsellers juveniles suelen estar escritas por guionistas audiovisuales. Estas últimas obras, tan influidas no solo por el cine y la televisión sino por el conjunto de la industria del entretenimiento (videojuegos, realidad virtual, etc.), son las que la profesora Gemma Lluch definía como paraliteratura.
Sin embargo, Cerrillo (2017) subraya la importancia actual de la LIJ de calidad. Es decir, en su opinión, hay más autores que nunca que escriben literatura de calidad, específicamente, para niños y jóvenes. Asimismo, nos habla de cómo históricamente ciertas obras –según la teoría de polisistemas de Itamar Even-Zohar– que pertenecían al subsistema de la LIJ han dado el salto hasta el centro del sistema convirtiéndose en canónicas, como Peter Pan de James Matthew Barrie, Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll o El Libro de la Selva de Rudyard Kipling, auténticos clásicos en la actualidad. Del mismo modo, otras obras que fueron creadas para cualquier público lector son actualmente consideradas como obras de LIJ. Nos referimos a obras literarias tan emblemáticas como El guardián entre el centeno de J.D. Salinger, Robinson Crusoe de Daniel Defoe, La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, Matilda de Roald Dahl o la mayoría de las novelas de aventuras escritas por autores tan reputados como Jules Verne o de otra época Emilio Salgari, por ejemplo.
Con este argumento, Cerrillo (2016) defiende que por encima de la consideración de obra de LIJ está la de su calidad literaria. Él plantea que obras consideradas de LIJ pueden, por su indudable calidad literaria, ejercer de ≪puente≫ entre la lectura por placer–que es necesaria para la creación o recuperación del hábito lector– y el aprendizaje de la literatura, porque pueden servir para que los alumnos empiecen a desarrollar la competencia literaria. En ese sentido, Cerrillo tampoco desdeña la lectura en el aula de las adaptaciones de calidad que se han hecho de algunos clásicos. Obviamente, él propone posponer la lectura de los textos originales de los clásicos para el momento en el que los alumnos puedan apreciarlos y trabajar con ellos.
Se trata, en palabras de Rodríguez Almodóvar (1994.p. 17), de ≪la posibilidad de sustituir, de una vez por todas, la información literaria de los antiguos planes de estudios por la educación literaria≫; de lo contrario, será muy difícil que los niños y adolescentes se entusiasmen con la aventura de leer. Algunos autores como Rodari han planteado la necesidad de buscar una metodología por parte de los docentes y padres que esté destinada a fomentar el gusto por la lectura y no el odio de la misma. Asimismo, (Rodari, 1977, p. 28) consideramos que «Hay dos tipos de niño lector, el que lee para la escuela porque es su tarea y el que lee para sí mismo, para satisfacer su necesidad de información o para alimentar la imaginación, para jugar a».
Teniendo estas inferencias con la lectura, vemos que la educación literaria debe fundamentarse para que esa educación sea una propuesta que proporcione con el tiempo la autoorientación del niño en su elección de texto. Se trata de que con una guía por parte del docente pueda el aprendiente dirigir y configurar su propia biblioteca de textos y de temas.
Los planteamientos estéticos de la literatura vendrán con la superación de etapas, especialmente en la secundaria y demás escalones. Pero en las etapas de infantil y primaria, sería un error hablar de estética, de teoría literaria o de pragmática del texto. Son pocos los estudios que abordan la valoración y crítica de la LI de una forma comparativa, razón por la que dicho estado de la cuestión no puede cambiar de posición. La LI va unidad de alguna o de otra forma a la valoración o exposición de la importancia de las ilustraciones, en especial en los textos destinados para los primeros ciclos. La figura del ilustrador -tan significativa- no ha sido puesta tampoco en valoración por la crítica y los estudios de investigación. A continuación, se presenta la razón que lo justifica poniendo en contexto la cuestión de los géneros y su desarrollo en la literatura.
30/05/2024
Prof. Dra. Rosa Amor del Olmo









