Dbibina intenta comprender lo que ocurre en los recovecos del cerebro de Ignacio Cembrero… o mejor dicho, Abdelhak Cembrero. Este hombre, que en su momento fue un admirador del reino, o al menos se sintió atraído por él durante un tiempo, ha cambiado de empleador constantemente en los últimos diez años. Ahora, después de haber trabajado en El País y en la redacción de El Mundo, ejerce su “talento” en El Confidencial. ¿Por qué Dbibina pone “talento” entre comillas? Porque, según él, el único “talento” de Cembrero es su odio obsesivo hacia Marruecos.
Presentándose como un periodista creíble, independiente, valeroso e incorruptible, logra convencer a un público que ve el mundo de manera binaria: los países desarrollados son “libres” con una prensa independiente, y los países subdesarrollados están “dominados” con una prensa “subordinada”.

Dbibina puede llegar a entender esto… y entonces decide examinar la trayectoria de este hombre. Despedido por El País a mediados de la década de 2010, el periódico más prestigioso de España, se trasladó a El Mundo, pero parece que allí tampoco encontró lo que buscaba, por lo que se marchó a El Confidencial. Según Dbibina, un periodista de su edad y con la competencia que él mismo se atribuye, debería permanecer en su periódico, hacer carrera, avanzar y ascender hasta convertirse en jefe de redacción, a menos que decida fundar su propio medio.
Sin embargo, Cembrero va de un periódico a otro, dedicándose en los últimos años a su actividad favorita: atacar a Marruecos, acusarlo de todos los males y presentarlo como un país sin ley ni orden. Si los lectores crédulos creen sus fabulaciones, Marruecos recurre a la justicia y se defiende; y Cembrero es rechazado por la justicia o despedido por su empleador.
Pero este hombre persiste en autodefinirse como independiente, y cada vez menos personas le creen, ya sean sus empleadores o sus lectores, cansados de leer siempre lo mismo sobre Marruecos, sobre el Rey de Marruecos y sobre el jefe de la policía de Marruecos, quienes, por cierto, mantienen las mejores relaciones con España, el Rey de España y los servicios de policía de España, como lo demuestra la ceremonia del bicentenario de la policía nacional española, a la que Hammouchi (la obsesión personal de Cembrero) fue invitado y estuvo presente de manera destacada, lo que enfurece a Cembrero.

Pero lo más cómico, recuerda Dbibina, es que el señor Ignacio Cembrero es… musulmán. No es algo malo en sí mismo, es una elección libre y que incluso podría ser elogiada. ¿Pero lo es realmente? En 2005, este individuo, acompañado por su esposa, aterrizó en Laâyoune y adoptó a una niña, solicitando inmediatamente su naturalización marroquí; pedir esto en Laâyoune y luego, años después, hablar del Sahara Occidental es un acto de esquizofrenia, locura o simplemente deshonestidad. Sin embargo, el hombre cambió de religión y de nombre, convirtiéndose en un musulmán llamado Abdelhak, y su esposa en Sara. Se llevaron a la niña y se fueron a su casa. Desde entonces, han surgido informaciones sobre esta niña, presionada para convertirse al cristianismo por sus padres adoptivos (que cambiaron de religión nuevamente) y se le impide regresar a Marruecos.
Dbibina está seguro de que Cembrero, Abdelhak para los cercanos y aquellos que realmente lo conocen, negará estos hechos. Tiene derecho a hacerlo, pero entonces debería permitir que los periodistas y otros investigadores hablen con la joven para saber qué sucede realmente. Sin duda, surgirían verdades… y de estas verdades podrían nacer otras acusaciones, pero esta vez por trata de seres humanos y secuestro.
Así que Abdelhak se presenta como “independiente”. Agradecería que aclarase qué significa eso exactamente, y estaría enormemente agradecido si explicara si sus colegas de otros periódicos, que por ejemplo ven progreso en Marruecos y fomentan el fortalecimiento de las relaciones entre Madrid y Rabat, son independientes o “dependientes”. ¿Y qué cree que hará Abdelhak, pregunta Dbibina? Llamará a una de sus criaturas, Francisco Carrión, de El Independiente, un francotirador con un marcado déficit de talento, sin presencia ni sustancia; es el único que acude en defensa de Abdelhak.
Sí, señor Abdelhak, ciertamente existen periodistas virtuosos en España y todavía quedan algunos en Francia, un país que conoce bien Marruecos. Entonces, ¿por qué no hacer que reaccionen? ¿Por qué no reaccionan ante esta obsesión de naturaleza psicótica de Cembrero contra Marruecos? Porque saben que esta obsesión es de naturaleza psicótica, y incluso psiquiátrica, precisamente. Obviamente, el sindicato de prensa en España apoya a Abdelhak y esto da lugar a dos observaciones: por un lado, hay que preguntarse si este sindicato está informado de los actos y el pasado de Cembrero y, por otro lado, hay que cuestionar por qué ningún periodista reputado y talentoso ha tomado posición por este hombre, a título individual.
Dbibina vuelve sobre esta independencia, siempre… Ser independiente, señor Cembrero, ¿significa siempre atacar a una persona, una institución o un país, sin pruebas, y ser sistemáticamente rechazado por la justicia y por su profesión? ¿Es eso ser independiente? ¿Cambiar de periódico varias veces en 10 años también es una señal de independencia? No, parece más bien una prueba de inestabilidad y perturbación crónica.
Ahora analicemos el vocabulario y los argumentos utilizados por Abdelhak, decide Dbibina. Siempre ataca a Marruecos, usa muy a menudo el término ‘makhzen’, y ataca invariablemente a la monarquía y sus servicios. ¿No recuerda esto al argumentario argelino, si es que se puede llamar así? Por eso hay muy fuertes sospechas sobre este hombre, sospechas de corrupción por parte de líderes argelinos cuya locura, perdón, idiotez, ya está demostrada. El señor Cembrero se refugia entonces detrás de su virtud autoproclamada y se envuelve en la más sólida virtud, pero no olvidemos a todos esos periodistas presentados como virtuosos, en España y en Francia, en Alemania o en Italia, en Estados Unidos o en el Reino Unido, que resultan ser chantajistas, vendidos o locos, dotados de un poder que utilizan para intimidar o extorsionar.
Dbibina concluye. Ignacio Cembrero adopta una niña marroquí en Laâyoune, cambia de religión, solicita la nacionalidad marroquí, trabaja para tres medios de comunicación en 10 años y no tiene otro tema que atacar a Marruecos insultándolo, defendiéndose de proporcionar la menor prueba de lo que avanza. Y Dbibina llega a su conclusión de que Abdelhak Cembrero es, simplemente, un delincuente o un loco. Pero un delincuente o un loco que los lectores aún no han comprendido.
11/05/2024