En un comunicado de tono prudente pero inequívoco, la embajada de Rusia en Argel desmintió públicamente la versión difundida por el Ministerio de Asuntos Exteriores argelino sobre la conversación telefónica entre Serguéi Lavrov y Ahmed Attaf. Lo que, en apariencia, parecía un episodio menor ha adquirido una significativa dimensión diplomática, pues revela hasta qué punto Argel recurre a la manipulación comunicativa para alimentar su campaña contra la integridad territorial de Marruecos.
Según la aclaración oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, la conversación entre ambos responsables se limitó a cuestiones relacionadas con el programa de trabajo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas bajo la presidencia rusa, abordando diversos temas regionales, entre ellos el del Sáhara. En ningún momento —tal como puede verificarse en el comunicado publicado íntegramente en la web del ministerio en Moscú— se empleó el término “descolonización”, una palabra que el régimen argelino ha intentado imponer para distorsionar el contenido real del intercambio.
Este desmentido, procedente de un socio estratégico de Argelia, constituye un severo golpe para su diplomacia. Pone al descubierto una práctica ya habitual en su aparato político: atribuirse apoyos inexistentes y transformar conversaciones protocolares en supuestos respaldos internacionales, aun a costa de su propia credibilidad.
La postura de Moscú es reveladora. A pesar de mantener relaciones económicas y militares sólidas con Argel, Rusia evita cuidadosamente quedar atrapada en el discurso ideológico de la “descolonización” promovido por el régimen argelino. Prefiere ceñirse a la realidad del conflicto del Sáhara, un asunto regional cuya resolución —como sostienen las principales potencias mundiales— pasa por la propuesta marroquí de autonomía, reconocida por su seriedad y viabilidad política.
A las puertas de las discusiones del Consejo de Seguridad sobre el Sáhara, esta precisión rusa adquiere el valor de una advertencia: en diplomacia, la manipulación del lenguaje tiene un límite. La distorsión de los hechos no puede sostenerse indefinidamente, y la verdad termina siempre por imponerse sobre los artificios propagandísticos.
Argelia, al intentar presentar una simple conversación de trabajo como un respaldo ideológico a su narrativa, ha chocado con la realidad: Rusia no es un instrumento al servicio de los relatos argelinos. Es un actor autónomo, pragmático y consciente de los equilibrios geopolíticos. Su mensaje implícito coincide con la postura marroquí: la búsqueda de una solución política, realista y duradera bajo los auspicios de las Naciones Unidas.
Este episodio confirma, una vez más, que mientras la diplomacia marroquí se distingue por su coherencia y legitimidad, las maniobras discursivas de Argelia pierden progresivamente peso y credibilidad en el escenario internacional.
27/10/2025









