En una escena que pocos habrían imaginado hace apenas unos meses, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y su homólogo estadounidense Donald Trump coincidieron en Malasia, al margen de la cumbre de la ASEAN. Lo que parecía un encuentro protocolario terminó convirtiéndose en el primer acercamiento serio para poner fin a la guerra comercial que, desde hace casi un año, distorsiona los flujos de exportación entre las dos mayores economías del continente americano.
“Estoy convencido de que en cuestión de días llegaremos a una solución definitiva”, declaró Lula ante periodistas con una mezcla de optimismo y cálculo. Si se cumple su pronóstico, Washington podría retirar los aranceles del 50 % que asfixian las exportaciones agroindustriales brasileñas, desde la soja hasta el acero. El gesto tendría un fuerte impacto simbólico: Estados Unidos había convertido a Brasil en un ejemplo de castigo para quienes, a juicio de la Casa Blanca, no alineaban su política judicial con “estándares democráticos”.
De la tormenta al abrazo diplomático
El origen del conflicto parece sacado de un drama político tropical. Todo comenzó cuando la administración Trump impuso sanciones y aranceles en respuesta a lo que consideró una “persecución política” contra el expresidente Jair Bolsonaro, aliado ideológico de Washington. Entre los sancionados figuraban incluso altas figuras del Poder Judicial brasileño. La medida, más política que económica, hundió durante meses la relación bilateral.
Sin embargo, el gesto de Trump este domingo en Kuala Lumpur —una reunión privada y un tono “sorprendentemente cordial”, según describió Lula— cambió el guion. “Trump fue claro: vamos a llegar a un acuerdo”, dijo el líder brasileño, que ahora navega entre dos aguas: mantener su retórica soberanista sin cerrar la puerta al principal socio comercial de su país fuera de Asia.
Economía y política: un doble tablero
El trasfondo de este acercamiento excede lo económico. En Brasil, Lula enfrenta presiones de los grandes exportadores, incómodos con la pérdida de competitividad frente a competidores como Argentina y México. En Estados Unidos, Trump busca recomponer puentes en América Latina sin dar apariencia de debilidad ante Pekín, cada vez más presente en la región.
El posible acuerdo, según fuentes diplomáticas brasileñas, incluiría no solo la reducción de aranceles, sino también un compromiso para revisar las sanciones personales impuestas a jueces y altos funcionarios. El punto más delicado —la situación judicial de Bolsonaro— sigue siendo tabú. Preguntado al respecto, Trump zanjó con su habitual estilo: “Eso no le incumbe”.
Humo blanco en el horizonte… con cautela
Aunque la retórica conciliadora suena prometedora, nadie en Brasilia da por hecho que Washington cumplirá rápidamente.
Por ahora, la simple posibilidad de un acuerdo ya genera alivio entre los mercados sudamericanos. El real brasileño se apreció levemente tras las declaraciones del mandatario, y los exportadores celebraron lo que podría ser el fin de uno de los conflictos comerciales más costosos en la historia reciente de Brasil.
Entre la diplomacia pragmática y el espectáculo político, Lula y Trump parecen haber encontrado un punto de coincidencia: ambos prefieren el protagonismo de una tregua negociada a la monotonía del desencuentro. En tiempos de rivalidades globales y egos monumentales, eso ya cuenta como una forma de diplomacia.
27/10/2025









