El reciente ejercicio militar Chergui 25, realizado en Errachidia, ha reafirmado la estrecha coordinación entre las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos y el ejército francés. Más que un entrenamiento, la operación refleja un proceso de consolidación estratégica entre ambos países, con implicaciones directas en el equilibrio de poder del norte de África. Argelia, que en el pasado protestó ante maniobras similares, ha optado esta vez por una postura de discreción.
El Ministerio francés de las Fuerzas Armadas destacó que el ejercicio tenía como objetivo mejorar la interoperabilidad en un entorno desértico complejo, sometiendo al personal y al material militar a duras pruebas. La participación de tanques M1A2 Abrams y helicópteros Gazelle marroquíes, junto con aeronaves francesas Tigre y NH90, evidenció un nivel avanzado de coordinación táctica y tecnológica. Estas maniobras simbolizan una cooperación real sobre el terreno y la capacidad de ambos ejércitos para operar bajo un mando conjunto.
La elección de Tafilalet, con su terreno montañoso y su clima extremo, responde a la necesidad de medir la resistencia del personal y los equipos ante condiciones adversas, ya que no se trata de una maniobra rutinaria, sino un ensayo estratégico que reproduce escenarios de defensa territorial. El despliegue francés al lado de las fuerzas marroquíes confirma, además, la profundidad de una asociación que trasciende lo político y se materializa en una verdadera integración operativa.
La reacción de Argelia —o más bien, su ausencia— también ha generado lecturas. Mientras en marzo tildó el ejercicio de “acto hostil”, ahora ha preferido el silencio. Fuentes especializadas sugieren que Argel habría asumido la inutilidad de la confrontación diplomática ante una cooperación ya institucionalizada entre Rabat y París. De este modo, el mutismo argelino parece reconocer que estas maniobras forman parte de una agenda militar estable, difícil de revertir o cuestionar.
21/10/2025