La retirada de le mesa de negociación de Israel y Estados Unidos en Qatar con respecto a la guerra en Gaza, agudiza la desesperanza en la zona en una fase critica de hambre entre sus pobladores. Mientras Washington acusa a Hamás de no “actuar de buena fe”, los mediadores egipcios y cataríes intentan sostener lo que queda de un proceso cada vez más erosionado.
Entre tanto Gaza se hunde en una catástrofe humanitaria sin precedentes, donde la falta de alimentos, medicinas y seguridad hace que las palabras «tregua» y «paz» se alejen cada vez más del pensamiento de sus habitantes.
El enviado especial estadounidense Steve Witkoff justificó la salida diciendo que la respuesta de Hamás “demuestra una falta de deseo de llegar a un alto el fuego”. Sin embargo, el propio movimiento palestino ha asegurado su voluntad de continuar dialogando y devolver a todos los rehenes (vivos y muertos) a cambio de la retirada del ejército israelí; lo que plantea interrogantes sobre las verdaderas intenciones de los actores internacionales.
Israel, por su parte, ha mantenido el silencio oficial, medio locales aseguran que fuentes cercanas al gobierno insisten en que no hay colapso en las negociaciones, aunque reconocen “diferencias irreconciliables”.
No obstante, tras casi un año y nueve meses de conflicto, el contraste entre las declaraciones diplomáticas y la situación sobre el terreno no podría ser más brutal. El comisionado general de la UNRWA, Philippe Lazzarini, advirtió en un informe, este jueves 24 de abril, que “los palestinos no están vivos ni muertos, son cadáveres andantes”. Uno de cada cinco niños en Gaza sufre desnutrición aguda y más de 100 menores han muerto ya por hambre, según Naciones Unidas.
Además, la OMS confirmó que lo que se vive en Gaza “es una hambruna de origen humano”, causada no por la escasez, sino por la imposición de restricciones al acceso humanitario.
En ese contexto, la retirada de los actores clave de la mesa de diálogo se percibe como una mala señal al deber más elemental de proteger la vida de una población. Más de 59.000 palestinos han muerto desde el 7 de octubre de 2023, y más de un millar ha perdido la vida mientras intentaba acceder a ayuda alimentaria, según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU. Algunos fueron abatidos en las inmediaciones de centros de distribución controlados por fuerzas israelíes y contratistas estadounidenses, lo que demuestra el nivel de militarización que rodea incluso a los intentos por sobrevivir.
Mientras tanto, al menos 6.000 camiones de ayuda humanitaria siguen bloqueados en las fronteras con Jordania y Egipto. Aunque esta semana Israel aseguró ante la prensa internacional que estaban preparando los permisos de ingreso de 800 camiones, la hambruna es tal que esa cantidad no será suficiente para rescatar a quienes sólo buscan sobrevivir. “El sistema humanitario se está colapsando”, alertó Lazzarini, denunciando que incluso los trabajadores sanitarios sobreviven con una comida al día y se desmayan en el trabajo. La ONU, la OMS y más de 110 organizaciones han exigido un acceso pleno, sin restricciones, para aliviar una crisis que ha dejado a miles de familias vendiendo sus pertenencias para comprar harina o viendo a sus hijos buscar comida entre la basura.
La propuesta de alto el fuego incluía una tregua de 60 días, la liberación gradual de rehenes por parte de Hamás y el aumento del flujo de ayuda. Pero los desacuerdos sobre el redespliegue militar israelí y las condiciones finales del conflicto han empantanado las discusiones. Israel exige la rendición total de Hamás, mientras que el grupo islamista no acepta negociar sin garantías de fin de guerra y retirada de tropas. Exigencias opuestas, inamovibles, ante una población que se desangra a la espera de un gesto político internacional que parece estar ausente en acciones.
Asimismo, el retiro de Estados Unidos y su insistencia en “alternativas” no especificadas plantea aún más incertidumbre sobre el futuro inmediato y prolonga el conflicto, dándole luz verde a Israel de seguir al mando de la Franja sin importar lo que adentro ocurre. La actual falta de soluciones diplomáticas concretas sólo da paso a la propagación del sufrimiento, alarga la crisis y consolida el hambre como la realidad diaria.
En los foros internacionales, los representantes políticos del mundo vuelven a sus capitales para consultas, análisis, reuniones y discursos, a la vez que miles de gazatíes siguen muriendo, muchos sin haber comido en días, sin agua, sin medicinas, sin refugio. En este sentido, es evidente que la paz no puede construirse a distancia ni postergarse por estrategia política entre que una población entera está siendo exterminada, ya sea por bombas, armas de fuego o privación de alimentos. En Gaza, la necesidad de un alto el fuego ha pasado de una opción a convertirse en una urgencia vital de responsabilidad mundial.
25/07/2025
María Angélica Carvajal









