La frontera entre Camboya y Tailandia se ha convertido en un polvorín. Por segundo día consecutivo, el sonido de la artillería y los cohetes ha resonado en la zona, a pesar de los llamados internacionales a un alto el fuego y a pocas horas de una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU solicitada por el primer ministro camboyano, Hun Manet. El miedo y la incertidumbre se han apoderado de la población civil a ambos lados de la frontera, mientras los gobiernos de Bangkok y Phnom Penh se acusan mutuamente de iniciar las hostilidades.
Los enfrentamientos, que comenzaron el jueves, se concentran en una zona fronteriza disputada, reavivando viejas tensiones territoriales. Según fuentes militares tailandesas, Camboya ha empleado artillería y cohetes de fabricación rusa en los ataques, a lo que Tailandia ha respondido con fuego de artillería propia. Periodistas en la provincia tailandesa de Surin han reportado explosiones intermitentes y el desplazamiento de un convoy militar tailandés hacia la frontera, compuesto por camiones, vehículos blindados y tanques.
El primer ministro tailandés en funciones, Phumtham Wechayachai, ha advertido del riesgo de que el conflicto escale a una «guerra» si la situación no se controla. Si bien ha reiterado la voluntad de Tailandia de buscar una solución diplomática, ya sea bilateralmente o a través de la mediación de Malasia, que ostenta la presidencia rotatoria de la ASEAN, la falta de respuesta por parte de Camboya aumenta la preocupación. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores tailandés, Nikorndej Balankura, ha confirmado la disposición de su país a dialogar, pero ha lamentado la ausencia de reciprocidad por parte de Camboya.
El conflicto ha dejado un saldo trágico. Según el Ministerio de Salud tailandés, 15 personas, incluyendo un militar, han fallecido a causa de los ataques camboyanos, y más de 138.000 civiles se han visto obligados a huir de sus hogares. Camboya, por su parte, reporta una víctima mortal y cinco heridos.
En Bangkok, la indignación y la tristeza se mezclan con la incertidumbre. Imágenes de viviendas destruidas y familias refugiadas en búnkeres circulan en los medios de comunicación, alimentando el sentimiento de rabia entre la población. Algunos expresan su confianza en la superioridad del ejército tailandés, pero también su preocupación por la escalada del conflicto. Otros hacen un llamado a la paz y expresan su temor por la magnitud de la violencia. En redes sociales, la etiqueta «No a la guerra entre Tailandia y Camboya» se ha viralizado, reflejando el deseo de una solución pacífica.
En Phnom Penh, la situación es similar. Si bien muchos camboyanos expresan su apoyo al ejército y a las reivindicaciones territoriales de su país, también se percibe un deseo de resolución pacífica. Videos de soldados camboyanos con fotos de sus familias y de civiles evacuando sus hogares circulan en redes sociales, mostrando el lado humano del conflicto.
La disputa territorial se centra en la zona del templo de Preah Vihear, un sitio que ya fue objeto de controversia en 2013, cuando la Corte Internacional de Justicia falló a favor de Camboya. Tailandia, que no reconoce la jurisdicción de la corte, se ha mostrado reticente a la propuesta camboyana de recurrir nuevamente a la instancia judicial. El detonante de los enfrentamientos actuales fue la muerte de dos soldados tailandeses por minas antipersona en la zona disputada. Tailandia acusa a Camboya de haber colocado las minas recientemente, acusación que Camboya niega categóricamente.
Estados Unidos, aliado histórico de Tailandia, ha instado a un cese inmediato de las hostilidades y a una resolución pacífica del conflicto. El primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, también ha hecho un llamado al diálogo entre las partes. La comunidad internacional observa con preocupación la escalada de la tensión en la frontera entre Camboya y Tailandia, esperando que prevalezca la diplomacia y se evite una guerra abierta.
25/07/2025









