A medida que se aproxima la cumbre de julio de 2025 en Brasil, los países que forman el BRICS intensifican su apuesta por una reconfiguración profunda del orden económico mundial. Ante el retroceso del liderazgo estadounidense y el auge del unilateralismo comercial, el bloque ampliado (BRICS+) busca posicionarse como un referente del multilateralismo renovado. Lejos de anclarse en bloques ideológicos rígidos, el BRICS aboga por una cooperación basada en la soberanía económica, la justicia comercial y la reforma de las instituciones globales.
Este impulso renovado se inscribe en un contexto en el que Estados Unidos se aleja de organismos que ayudó a construir —como la OMC o el FMI—, cuya parálisis o estancamiento refuerza el atractivo de alternativas. Para muchas economías emergentes, el BRICS representa una vía para esquivar la inestabilidad derivada de los aranceles estadounidenses y las sanciones económicas. En ese marco, el grupo promueve un modelo de gobernanza internacional más inclusivo y sensible a las prioridades del Sur global.
Desde su fundación, el BRICS ha priorizado la creación de instrumentos propios que garanticen su autonomía estratégica. Ejemplo de ello es el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) y el Fondo de Reserva de Contingencia, creados tras la crisis de Ucrania y las sanciones a Rusia en 2014. Estas estructuras representan una alternativa tangible a la dominación financiera occidental, con mecanismos más flexibles para atender a los países en desarrollo.
Un punto de inflexión se dio en la cumbre de Kazán en 2024, cuando el grupo avanzó en la creación de un sistema de pagos transfronterizos que prescinda del dólar estadounidense. Esta iniciativa busca blindar a sus miembros frente a sanciones externas y avanzar hacia una arquitectura financiera multipolar. Los ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales del BRICS han recibido el mandato de desarrollar infraestructuras de pago autónomas y de fomentar el uso de monedas locales en las transacciones multilaterales.
La visión que el BRICS articula no pretende formar un bloque exclusivo, sino construir una gobernanza más abierta y equitativa. El formato BRICS+, que ya incluye o interesa a países como Arabia Saudita, Irán, Argentina o Egipto, da cuenta de esta ambición inclusiva. En regiones como África, América Latina y Asia, donde las aspiraciones de autonomía chocan con las rigideces del sistema actual, la propuesta del BRICS gana tracción.
Finalmente, más que un desafío al orden económico existente, el BRICS busca transformarlo con alternativas tangibles: financiamiento para infraestructuras sostenibles, cooperación en tecnologías emergentes, transición energética y seguridad alimentaria. Si el grupo logra traducir su voluntad política en soluciones operativas, la cumbre de Brasil podría consagrar al BRICS como uno de los principales motores de una arquitectura económica internacional más equilibrada y representativa.
26/06/2025









