En apenas una semana, desde el encuentro entre autoridades rusas y ucranianas en Turquía, y durante el mismo fin de semana que se dio un intercambio de prisioneros entre Ucrania y Rusia, Moscú ha desatado la mayor ofensiva aérea de los últimos tres años de guerra. Los ataques nocturnos sobre Kyiv y otras ciudades no solo han dejado más de 30 muertos, entre ellos, niños y civiles, sino que han resquebrajado aún más la confianza en cualquier posibilidad de alto el fuego.
La reacción internacional fue sorpresiva y de deslegitimación hacia Rusia. El expresidente estadounidense Donald Trump, quien alguna vez se vanagloriara de su “buena relación” con Vladimir Putin, declaró este lunes abiertamente en sus redes sociales que el líder ruso “se ha vuelto absolutamente loco”. Su comentario, publicado en la red Truth Social, refleja no solo desconcierto, sino frustración ante lo que Occidente comienza a interpretar como una burla de Moscú a cualquier intento diplomático.
“Estamos en medio de una conversación y él está disparando cohetes contra Kyiv y otras ciudades”, dijo Trump el domingo. Su tono osciló entre la indignación y la impotencia, revelando una incomprensión que empieza a hacerse colectiva en las capitales europeas.
La reunión en Turquía, que culminó con el canje de mil prisioneros por cada bando, fue vista por algunos como una débil señal de apertura. Pero las acciones posteriores del Kremlin han anulado todo optimismo. La ofensiva aérea masiva de este fin de semana superó cualquier ataque previo desde 2022. Más de 600 drones y misiles fueron lanzados contra objetivos ucranianos, la mayoría civiles. La capital Kyiv se convirtió en el principal blanco.
La respuesta del Kremlin fue despectiva. Las declaraciones de Trump fueron catalogadas como una “reacción emocional”, mientras Moscú asegura seguir dispuesto a negociar. Sin embargo, no ha presentado su lista de condiciones para un alto el fuego, a pesar de que Putin se comprometió a hacerlo en su última conversación con Trump. El único punto firme ha sido su exigencia de que Ucrania deje de recibir armas de sus socios occidentales, una demanda inaceptable para Kyiv, Washington y Bruselas.
“Rusia está prolongando esta guerra y continúa matando todos los días”, afirmó el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, quien insistió en que “cada ataque ruso debería traducirse en nuevas sanciones”.
En las capitales europeas, la percepción es clara: Putin ha decidido avanzar por la vía militar mientras simula querer dialogar. El presidente francés Emmanuel Macron fue tajante al declarar que espera que Estados Unidos se de cuenta que “Putin está mintiendo” sobre su disposición a negociar, y el canciller alemán Friedrich Merz advirtió que la negativa del Kremlin incluso a dialogar con mediación del Vaticano demuestra que esta guerra podría durar “mucho más de lo imaginado”.
Alemania, que hasta hace poco limitaba el uso de sus armas en territorio ruso, ya ha levantado esa restricción. “Kiev ahora puede golpear posiciones militares en Rusia si lo necesita”, dijo Merz, alineándose con Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Es un giro estratégico de enorme peso, que marca una escalada cualitativa del conflicto.
Mientras tanto, la OTAN se encuentra debatiendo si incluir al presidente Zelensky en la reunión plenaria de su próxima cumbre en junio aunque aún no se confirma si participará en la sesión principal. Una exclusión simbólica que podría enviar el mensaje equivocado, justo cuando Ucrania necesita más respaldo.
Asimismo Zelensky demuestra cada vez menos paciencia y por su parte, ha criticado duramente el “silencio” de Estados Unidos, al que acusa de alentar indirectamente a Putin. Su retórica ha incomodado incluso a Trump, quien pidió que “deje de hablar así” porque “todo lo que dice causa problemas”.
En el fondo, lo que subyace es una pérdida de confianza en ambos hemisferios. Estados Unidos y Europa comienzan a asumir que Moscú ya no responde al lenguaje de la diplomacia, sino exclusivamente al de la fuerza. La presión internacional parece tener poco efecto sobre un Kremlin que interpreta las ofertas de paz como debilidad y los diálogos como meros paréntesis para rearmarse.
Zelensky lo resumió así: “Solo con la fuerza de EE. UU., de Europa y de todas las naciones que valoran la vida, se pueden parar estos ataques”. Sin embargo, el lenguaje de Putin sigue siendo el de los misiles, dejando entrever que la paz está cada vez se ve más lejana y la posibilidad de una negociación sincera y eficaz más complicada.
26/05/2025
María Angélica Carvajal









