La Iniciativa del Atlántico, propuesta por Marruecos como una estrategia de cooperación interafricana, es un punto clave en las ambiciones continentales de integración y desarrollo compartido. Anunciada como una vía para conectar a los países africanos ribereños del Atlántico con los Estados sin litoral del Sahel, la propuesta despliega una arquitectura compleja de interdependencias, infraestructuras y compromisos multilaterales. Pero, ¿qué implicaciones reales conlleva para Marruecos asumir este papel de locomotora atlántica?
Según un reciente informe del Centro de Prospectiva Económica y Social, en el plano estructural, el liderazgo marroquí se plantea a través del uso de sus puertos como plataformas logísticas avanzadas. Donde, Tánger Med, Dajla Atlántico o Nador West Med, sobrepasan su rol de infraestructuras portuarias, para actuar como nodos geoeconómicos desde los que proyectar integración y circulación de mercancías hacia el interior del continente. En este sentido, la capacidad de Marruecos para mantener y expandir esta red, adaptándola a las exigencias de conexión regional, será determinante para traducir la iniciativa en realidades tangibles.
Sin embargo, este despliegue físico exige una inversión sostenida en corredores de transporte, interconexiones energéticas y redes digitales. El desafío no es únicamente técnico. La sincronización de intereses nacionales, la alineación de prioridades económicas entre los Estados participantes y la estabilidad institucional en regiones sensibles como el Sahel, son factores que pueden condicionar la operatividad y sostenibilidad de este proyecto.
Del informe se puede deducir que uno de los aspectos más sensibles de la Iniciativa Atlántica es su ambición de incluir a países del Sahel que no cuentan con salida al mar. Facilitar su acceso al océano a través de plataformas económicas marroquíes requiere más que voluntad política; implica acuerdos bilaterales y multilaterales sobre logística, tarifas, seguridad transfronteriza y normativas comerciales. Y en esta materia el Reino debería mantener una capacidad diplomática sostenida para liderar estos consensos sin desplazar intereses nacionales clave de los países socios.
El otro gran eje de la iniciativa es su enfoque multidimensional: incluye componentes de educación, energía, industria y gobernanza. Esta transversalidad, que enriquece el alcance del proyecto, también multiplica su complejidad. ¿Cómo garantizar la participación equilibrada del sector privado y de la sociedad civil? ¿Qué instituciones regionales velarán por la transparencia, la rendición de cuentas y la implementación técnica? Es ante estos cuestionamientos, que Marruecos enfrenta el reto de construir mecanismos de gobernanza compartida que no reproduzcan dependencias ni centralicen la toma de decisiones.
Cabe destacar que la iniciativa se propone como una respuesta africana a los desequilibrios globales en los flujos comerciales y de inversión; por lo que su éxito podría generar nuevas configuraciones en el mapa de la integración continental, potenciando el rol del Atlántico como espacio estratégico alternativo a los ejes tradicionales norte-sur. Es aquí donde el Centro de Prospectiva sugiere que será necesario que el proyecto supere su marco inicial y logre articularse con otras agendas africanas como el Área de Libre Comercio Continental Africana o los objetivos de desarrollo de la Unión Africana.
Del análisis presentado por el Centro, se puede inferir que la ambición de Marruecos de liderar la Iniciativa Atlántica no solo requiere voluntad política y visión estratégica, sino también una arquitectura institucional robusta que garantice la ejecución coordinada y transparente de los proyectos incluidos dentro de la visión regional. Igualmente, la creación de órganos mixtos entre los sectores público y privado, así como la creación de mecanismos de evaluación del impacto local y regional, será determinante para sostener la confianza de los actores implicados.
No se debe perder de vista, que en una propuesta de la envergadura de esta Iniciativa, la sostenibilidad dependerá, en buena medida, de su capacidad para generar beneficios tangibles y medibles en los países participantes, especialmente en aquellos sin litoral atlántico, que esperan una integración real en los circuitos de comercio y desarrollo, y de cumplir la promesa de progreso hecha a sus poblaciones.
En este contexto, se puede plantear que el éxito de la propuesta marroquí se enfrenta a dos interrogantes fundamentales: ¿cómo garantizará Marruecos una inclusión efectiva y segura de los países africanos sin salida al mar en un modelo que depende de la conectividad portuaria?, y ¿cuáles serán los mecanismos concretos para asegurar que esta cooperación se traduzca en desarrollo estructural más allá de los corredores logísticos? Pues a medida que se acerca su implementación, el futuro de la integración atlántica africana dependerá de cómo se resuelvan estos desafíos de fondo y del compromiso sostenido para convertir una estrategia diplomática en una realidad compartida de desarrollo regional.
23/05/2025
María Angélica Carvajal









