La reciente visita del ministro de Asuntos Exteriores paquistaní, Mohammed Ishaq Dar, a Pekín, apenas unos días después de la escaramuza militar con India a principios de mayo, no fue una simple formalidad diplomática. Fue una declaración de intenciones y una reafirmación rotunda de los lazos que unen a Pakistán y China, una alianza cuyas ramificaciones se extienden mucho más allá del subcontinente indio. El viaje, el primero de Dar al extranjero desde el enfrentamiento, subraya la centralidad de China como el aliado más confiable de Islamabad, un nexo vital cimentado en la seguridad, la economía y, cada vez más, en recursos estratégicos como el agua.
Pakistán no oculta su dependencia de China como su principal proveedor de armamento. Se estima que el 63% de las armas paquistaníes provienen de la República Popular. Esta relación se puso a prueba, y aparentemente con éxito desde la perspectiva de Islamabad y Pekín, durante la reciente confrontación. Los informes paquistaníes, aún pendientes de confirmación independiente, atribuyen a los cazas chinos J-10C «Vigorous Dragon» el derribo de varios aviones indios, incluyendo supuestamente tres Rafale de fabricación francesa.
Más allá de la confrontación en sí, este episodio ha sido interpretado en Pekín como un «banco de pruebas» de valor incalculable para su tecnología militar. Es la primera vez en cuatro décadas que China ha tenido la oportunidad de evaluar sus sistemas de armamento en un combate real de esta magnitud. El presunto desempeño de los J-10C ha desatado una ola de entusiasmo nacionalista en China, impulsando incluso las acciones de su fabricante en bolsa. Figuras influyentes como Hu Xijin, exeditor del Global Times, han celebrado el evento como la «actuación más convincente del armamento chino en la escena internacional», sugiriendo que esto obligará a Estados Unidos a pensarlo dos veces antes de intervenir en defensa de Taiwán en caso de conflicto.
Esta narrativa no es menor. Eleva la imagen de China no solo como un exportador de armas en ascenso (ya el cuarto a nivel mundial), sino como un proveedor de tecnología militar probada en combate. Naturalmente, esta percepción genera inquietud en lugares como Taiwán, donde los estrategas militares evalúan con aprehensión si su fuerza aérea, a pesar de contar con equipos occidentales, podría resistir una ofensiva con material chino de última generación.
Pero la alianza Pakistán-China es multifacética. No se limita a la venta de armas. Pekín también ejerce lo que podría llamarse «diplomacia del agua» en favor de Islamabad. El control de los recursos hídricos es un punto vulnerable crítico para Pakistán, especialmente en relación con India. Durante la reciente escalada, Nueva Delhi llegó a amenazar con suspender el Tratado de las Aguas del Indo de 1960 y con «cortar el agua» de los ríos que fluyen desde India hacia Pakistán, una amenaza existencial dada la dependencia paquistaní (casi el 80% de su agricultura) de estas aguas, particularmente en el Punjab.
En este frente, China ofrece un salvavidas estratégico. Pekín ha prometido acelerar la construcción del vital proyecto hidroeléctrico Mohmand en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa. Esta presa, con una capacidad de 800 megavatios, es crucial para la seguridad hídrica de Pakistán. Su finalización garantizaría una mayor autonomía en el manejo del agua, neutralizando en gran medida la potencial palanca de presión que la India podría ejercer a través de sus ríos.
En esencia, la relación entre Pakistán y China trasciende la mera conveniencia. Es un anclaje estratégico que proporciona a Islamabad un contrapeso vital frente a India, tanto en el ámbito militar como en el de los recursos esenciales. Para Pekín, Pakistán no solo es un mercado para sus armas y un socio en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), sino también un punto de apoyo geopolítico en una región compleja y un campo de pruebas para su creciente capacidad militar. Esta alianza, cimentada en intereses mutuos y demostrada en momentos de crisis, parece destinada a fortalecerse, reconfigurando el tablero geopolítico del sur de Asia con Pekín firmemente posicionado como el socio estratégico de Islamabad «a toda prueba».
23/05/2025









