Una ola de indignación recorre la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC). Lo que parecía una discreta firma de un protocolo de acuerdo entre la SADC y la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática (RASD) el pasado 2 de abril en Gaborone, Botswana, ha desatado una crisis diplomática de gran envergadura. Varios países miembros, liderados por Malawi, acusan a Sudáfrica y a Argelia de orquestar una maniobra a espaldas del resto de los miembros, violando los principios fundacionales de la organización.
La manzana de la discordia es la firma del acuerdo con el Frente Polisario, entidad cuya legitimidad es cuestionada por la mayoría de los estados africanos. Malawi, a través de una nota verbal, ha denunciado la ilegitimidad del protocolo, argumentando la falta de consulta y aprobación previas por parte de los estados miembros. Este acto, según Lilongwe, contraviene el tratado constitutivo de la SADC, su carta y las decisiones soberanas tomadas en sus reuniones.
La acusación va más allá de una simple queja procedimental. Malawi señala directamente a Sudáfrica, aliado incondicional de Argelia en este asunto, como instigador de la maniobra. Acusan a Pretoria de imponer una línea política que ignora la voluntad de la mayoría de los miembros de la SADC y de promover los intereses del Polisario.
Esta no es una voz aislada. Otros países como Comores, Eswatini, República Democrática del Congo, Zambia, e incluso Madagascar y Seychelles, han mostrado su disconformidad. La mayoría de estos países han reconocido la soberanía marroquí sobre el Sáhara con la apertura de consulados en El Aaiún y Dajla, lo que evidencia una clara divergencia con la postura adoptada por la secretaría de la SADC.
El rechazo al Frente Polisario y el apoyo al plan de autonomía marroquí, calificado de «pragmático, creíble y realista» por la comunidad internacional, se consolida como la postura dominante en la región. Malawi, en su nota verbal, reafirma su apoyo inquebrantable a la propuesta marroquí y condena los esfuerzos desestabilizadores del Polisario, respaldados por Argelia y Sudáfrica.
Este episodio revela una profunda fractura dentro de la SADC y un cambio de paradigma en la política regional. Países como Malawi se emancipan de la influencia de Argel y Pretoria, rechazando lo que algunos califican de «tutela geopolítica». Se observa un reajuste diplomático en el continente, donde la transparencia, la legalidad y el respeto al derecho internacional priman sobre las agendas ocultas y las maniobras unilaterales.
La estrategia de Argelia, tras sufrir reveses diplomáticos en Europa, Estados Unidos y el Sahel, parece ser la de sembrar la discordia en la SADC. Sin embargo, esta táctica podría resultar contraproducente, fortaleciendo la unidad de los países que defienden el plan de autonomía marroquí para el Sáhara y aislando aún más a los promotores del separatismo. El futuro de la SADC y la resolución del conflicto del Sáhara se presentan, por tanto, en un escenario de creciente tensión e incertidumbre.
15/04/2025









