En un mundo donde las relaciones internacionales suelen navegar entre la cordialidad efímera y la confrontación estratégica, un reportaje reciente de Europe1 ilumina un caso excepcional: la cooperación policial y de inteligencia entre Francia y Marruecos, que ha resistido décadas de altibajos políticos, escándalos de espionaje y tensiones bilaterales. Mientras París y Argel libran un nuevo capítulo de desencuentros —como bien documenta el medio francés—, Rabat y París consolidan una colaboración silenciosa pero eficaz, tejida en las sombras de la geopolítica y sostenida por personajes clave cuyo pragmatismo desafía la lógica de la diplomacia convencional.
El arte de separar lo urgente de lo importante
La visita del ministro del Interior francés, Bruno Retailleau, a Marruecos para reunirse con su homólogo, Abdelouafi Laftit —detallada por Europe1— dista de ser un gesto protocolario. Según el Ministerio del Interior galo, los intercambios con Laftit se centrarán en la cooperación migratoria, la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico. Sin embargo, tras estos temas concretos subyace una realidad incómoda expuesta por el medio francés: la colaboración entre ambos países opera en un plano paralelo al de la diplomacia oficial. Mientras los gobiernos debaten sobre derechos humanos o la soberanía del Sáhara, las policías intercambian datos, persiguen redes criminales y realizan entrenamientos conjuntos, actuando como si las crisis políticas fueran meras anécdotas. Esta dinámica revela una dualidad en la relación bilateral: tensiones en lo discursivo, pero coordinación operativa ininterrumpida.
¿Cómo explicar esta dicotomía? La respuesta, según el análisis de Europe1, tiene nombre propio: Abdelatif Hammouchi, director de la inteligencia marroquí. Hombre de confianza del rey Mohammed VI, Hammouchi —cuya influencia el medio francés destaca— encarna al operador incansable que prioriza la seguridad sobre el ruido mediático. Durante el atentado del Bataclan en 2015, los servicios marroquíes proporcionaron información crucial para localizar a Abdelhamid Abaaoud, cerebro de los ataques. Un gesto que, como revela Europe1, no fue un acto aislado, sino parte de un flujo constante de inteligencia que persiste incluso en épocas de máxima tensión.
Más allá de las crisis: La maquinaria que nunca se detiene
La cooperación franco-marroquí, documentada meticulosamente por Europe1, no se limita a intercambios puntuales. Es una estructura viva: cada año, candidatos marroquíes ocupan plazas reservadas en escuelas de comisarios francesas; expertos galos entrenan a sus pares en rescate de víctimas; las comunicaciones entre ambas policías son, según fuentes citadas por el medio, «diarias y operativas». Este entramado no solo sobrevive a las crisis: las utiliza para fortalecerse. Cuando en 2021 Marruecos acusó a Francia de «falta de claridad» sobre el Sáhara, las reuniones antiterroristas en Rabat siguieron su curso. Cuando París redujo unilateralmente los visados en 2022, los operativos contra el narcotráfico continuaron.
La lección no escrita: Cuando el interés mutuo supera la retórica
El reportaje de Europe1 plantea, sin explicitarlo, una pregunta incómoda: ¿Es esta cooperación un modelo de realpolitik o una hipocresía institucionalizada? La respuesta, como sugiere el medio, podría estar en los intereses estratégicos. Marruecos, puerta hacia África y bastión contra el terrorismo, necesita a Francia como socio tecnológico. Francia busca cooperar con Rabat en la gestión migratoria, la interceptación de narcóticos y el acceso a inteligencia en un escenario de reconfiguración geopolítica. Es un matrimonio de conveniencia, sí, pero uno que, como bien ilustra Europe1, funciona porque ambas partes distinguen entre lo negociable (la política) y lo no negociable (la seguridad).
Lecciones de un pragmatismo calculado
La alianza franco-marroquí no es un idilio, sino un manual de supervivencia geopolítica. Enseña que, en un mundo fragmentado, los Estados pueden —y deben— crear espacios de cooperación específicos, incluso con quienes cuestionan en otros ámbitos. Como resume Europe1, este vínculo es un recordatorio de que, en política exterior, los principios abstractos a menudo ceden ante una verdad incómoda: sin seguridad, no hay diplomacia posible.
¿Será este el modelo que prevalezca en el siglo XXI? Quizás. Pero mientras tanto, Francia y Marruecos siguen escribiendo un capítulo único: el de dos naciones que, pese a no ser aliadas incondicionales, han aprendido a bailar juntas en la cuerda floja de los intereses comunes.
14/04/2025









