Mientras el mundo observa con preocupación el recrudecimiento de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, una cosa queda clara: Pekín no retrocede. En lugar de ceder ante la presión de los aranceles sin precedentes impuestos por Washington, el gobierno chino ha respondido con calma estratégica, contramedidas calculadas y una ofensiva diplomática que busca consolidar alianzas y reforzar su imagen como potencia global responsable.
Tras el anuncio de la Casa Blanca de aumentar los aranceles a las importaciones chinas hasta un 145%, el gigante asiático respondió elevando sus gravámenes del 84% al 125%. Sin embargo, el mensaje más significativo no ha sido el económico, sino el político: China no se dejará arrastrar a una escalada infinita de represalias. «No prestaremos más atención si Estados Unidos continúa subiendo sus aranceles. La medida es irrelevante», declaró el Ministerio de Comercio chino. La frase, aparentemente desafiante, es también reveladora: China quiere marcar los límites del conflicto, no alimentar su perpetuidad.
La paciencia como fuerza
Lo que está en juego va más allá de cifras o mercados: es un pulso de poder, modelos y visión del mundo. Y China mantiene su frente arriba y firme. El mensaje desde Pekín demuestra que no se trata de una competencia coyuntural, sino de una reafirmación estratégica. “China no desea una guerra comercial, pero no la teme”, afirmó el portavoz del Ministerio de Exteriores, Lin Jian. En la misma línea, el presidente Xi Jinping declaró que el país tiene “una voluntad firme” y “recursos abundantes” para enfrentar la presión estadounidense.
Lejos del tono incendiario de Washington, el liderazgo chino ha optado por una retórica más mesurada. Esta postura refuerza la imagen de una China resiliente, que no improvisa respuestas sino que despliega una estrategia de largo alcance. El propio Xi Jinping subrayó que las acciones de Trump son «una broma en la historia de la economía mundial» y defendió que ir contra el multilateralismo solo conduce al aislamiento.
Más que responder con una guerra de cifras, China ha entendido que el verdadero campo de batalla no es solo el comercio, sino la diplomacia global.
Del contraataque al liderazgo regional
Mientras Trump centra su cruzada y afila sus lanzas contra China, este país redirige el foco hacia sus vecinos. El mandatario Xi Jinping ha iniciado una gira clave por el sudeste asiático, Vietnam, Malasia y Camboya, con el objetivo de fortalecer las relaciones con economías estratégicas del entorno regional y reducir el impacto del enfrentamiento con Washington. Esta ofensiva diplomática no solo busca amortiguar los efectos económicos, sino también posicionar a China como líder regional y defensor de la estabilidad.
Con esta movida, buscas demostrar que la guerra comercial no ha reducido su margen de acción: lo ha redirigido. Al hablar de “un futuro compartido con los países vecinos”, China señala que está más interesada en tejer nuevas alianzas que en desgastarse con provocaciones unilaterales. Pues, aunque ha respondido al último golpe arancelario de Washington, también ha afirmado que no seguirá incrementando los gravámenes, porque “no existe aceptación en el mercado para las mercancías estadounidenses exportadas a China”.
En otras palabras: no hace falta más, el daño está hecho. Y si la Casa Blanca sigue con su ofensiva, simplemente no obtendrá respuesta. El vacío como castigo. Una decisión que revela una estrategia madura para lo cual se han venido preparando desde hace más de una década y que se tomaron más en serio desde los primeros golpes de la administración Trump en 2018.
Es así como China pretende perfilarse no solo como una potencia económica, sino como un actor responsable, en contraste con la postura errática, unilateralista e inestable de Estados Unidos.
Europa como terreno de oportunidad
Simultáneamente, la estrategia de Pekín se extiende hacia Europa, entre tanto Trump avanza por el camino de la confrontación, Xi Jinping refuerza su ofensiva diplomática. Ejemplo de ellos es la visita del presidente español Pedro Sánchez a Beijing, en plena escalada arancelaria, un evento que no es casual. Es el primer líder europeo que acude a China tras el último choque comercial con EE.UU., y su encuentro con Xi Jinping subraya un mensaje: China busca socios estables, y Europa puede ser uno de ellos.
Xi calificó a la Unión Europea como “un polo importante en un mundo multipolar”, y extendió una invitación a la cooperación en ámbitos como la alta tecnología, la energía verde y las ciudades inteligentes. También instó a Bruselas a “oponerse a la intimidación unilateral”, en una clara alusión a las políticas de Trump.
De esta forma, la apuesta es clara: mientras EE.UU. polariza y divide, China construye puentes, al menos en el plano retórico y diplomático. En un contexto global volátil, China se posiciona como el defensor del orden multilateral y del comercio global, una narrativa que resuena ante la frustración de muchos socios de Estados Unidos.
Más allá de los aranceles
El cálculo de Pekín no se limita al corto plazo. La guerra comercial ha afectado los mercados, sí, pero también ha revelado algo más profundo: Estados Unidos está dispuesto a usar su economía como herramienta de presión, incluso a costa de sus propios socios. China, en cambio, presenta su modelo como predecible, pragmático y abierto a la cooperación —una imagen que intenta reforzar frente a los países que ya muestran signos de fatiga ante la agresiva política exterior de Washington.
Como advirtió Xi Jinping a Pedro Sánchez en su reunión en Pekín: “En una guerra comercial nadie gana. Ir contra el mundo solo conducirá al autoaislamiento”. Y esa parece ser, por ahora, la gran diferencia entre los dos protagonistas de esta batalla comercial: mientras uno golpea, el otro mantiene fuerte y se prepara para reconstruir.
Y es que la firmeza de China no se limita a resistir aranceles. También implica rediseñar el mapa de sus alianzas comerciales, diversificar sus mercados y fomentar la integración con sus vecinos. Xi ha llamado a reforzar la cooperación con Asia y Europa, conscientes de que el verdadero poder se construye no solo con músculo económico, sino con influencia política y diplomática. El paradigma de la globalización está siendo redibujado a la fuerza, pero no por ello desaparecerá.
A diferencia de la volatilidad estadounidense, China se muestra como una potencia paciente que no necesita moverse impulsivamente. Y en el ajedrez global, a veces, la pieza que no se mueve es la que más presión ejerce.
11/04/2025
María Angélica Carvajal









