La Unión Europea ha dado un paso decisivo en la escalada comercial con Estados Unidos al aprobar este miércoles un paquete de contramedidas arancelarias por valor de 21.000 millones de euros. La medida, respaldada por 26 de los 27 Estados miembros, con Hungría como único disidente, busca equilibrar las pérdidas causadas por los gravámenes del 25% impuestos por Washington al acero y aluminio europeos el pasado febrero.
Sin embargo, lejos de ser una réplica simétrica, la respuesta de Bruselas refleja un cálculo estratégico que combina presión económica, márgenes de negociación y una escalada progresiva para evitar una ruptura abrupta.
Una lista ajustada
La selección final de productos estadounidenses sujetos a aranceles, entre un 10% y un 25%, revela un enfoque deliberadamente acotado. A diferencia de la propuesta inicial de marzo, que incluía bienes sensibles como el whisky bourbon o los lácteos con un valor total de 26.000 millones, la versión definitiva excluyó estos sectores, reduciendo el impacto a 21.000 millones. La omisión no es casual: responde tanto a presiones internas de Estados miembros con intereses agrícolas como a la voluntad de no cerrar puertas al diálogo. De hecho, la Comisión Europea ha subrayado que los gravámenes podrían suspenderse si se alcanza un acuerdo «justo y equilibrado», según un mensaje publicado en la red social X.
El calendario de implementación, escalonado en tres fases. Iniciará el 15 de abril, siguiendo el 16 de mayo y culminando el 1 de diciembre de 2025. Al diferir los aranceles sobre productos clave como la soja y las almendras, Bruselas envía una señal clara: hay tiempo para negociar.
Europa en la cuerda floja
La reacción europea contrasta con la rapidez de China, que respondió a los aranceles estadounidenses con tasas del 104% a sus exportaciones. Mientras Pekín opta por la confrontación, Bruselas prioriza la contención para preservar espacios de diálogo. Prueba de ello son los gestos recientes de la UE, como la oferta de eliminar aranceles a bienes industriales estadounidenses o aumentar las compras de gas natural licuado.
No obstante, la sombra de una escalada persiste. Trump ya amenazó con imponer tasas del 200% al vino europeo si Bruselas no retiraba sus medidas, siguiendo el patrón aplicado a China.
Más allá del acero
Pero este conflicto trasciende lo bilateral. La UE ya prepara otra batería de medidas, a anunciarse la próxima semana, contra los aranceles del 25% a los automóviles europeos, otro frente delicado para economías como Alemania. Paralelamente, España ha activado un plan de 14.100 millones de euros para mitigar el impacto en sus empresas, mientras aboga por canalizar los ingresos arancelarios hacia los sectores afectados.
En el largo plazo, el escenario más preocupante es la erosión de las cadenas globales de valor. Si la guerra comercial se profundiza, Bruselas podría recurrir al «instrumento de anticoerción», un mecanismo que permite restringir inversiones o derechos de propiedad intelectual. Robert Habeck, ministro alemán de Economía, lo ha definido en medios internacionales como la «bazuca» de la UE. Sin embargo, su uso implicaría un punto de no retorno en la relación transatlántica.
Mientras tanto, las empresas europeas ya asumen que la incertidumbre llegó para quedarse, pues ya hay una desconfianza instalada hacia un socio que ha demostrado capacidad para alterar las reglas del juego de un día para otro. En este contexto, la resiliencia, a través de la diversificación de mercados y proveedores, se perfila como la única estrategia viable frente a un proteccionismo que redefine el comercio global.
09/04/2025









