En una escena global marcada por la incertidumbre y la tensión comercial, China ha decidido no ceder ni un paso ante la presión ejercida por el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump. Lejos de someterse al endurecimiento arancelario estadounidense, Pekín ha respondido con medidas recíprocas, posicionándose como una potencia dispuesta a resistir lo que califica abiertamente como un “chantaje” comercial.
Desde que Trump impusiera una serie de aranceles generalizados, argumentando la necesidad de revitalizar la industria nacional estadounidense, el conflicto comercial entre ambas potencias no ha hecho más que intensificarse. Sin embargo, lo que inicialmente podría haber parecido una táctica de negociación agresiva por parte de Washington, ha encontrado en China una muralla infranqueable, sostenida no solo por medidas económicas, sino por un discurso ideológico de resistencia y reafirmación soberana.
El Ministerio de Comercio de China fue claro, este lunes 6 de abril al expresar que “la amenaza de EE.UU. de escalar los aranceles contra China es un error sobre otro error, que una vez más expone la naturaleza chantajista del lado estadounidense”. Esta declaración es solo una muestra del tono desafiante con el que Pekín ha encarado cada nueva amenaza proveniente de la Casa Blanca.
Resistencia, proyección y oportunidad
Mientras otros países se apresuran a renegociar términos con Trump, China ha optado por confrontar. Y no solo confrontar: transformar el conflicto en una plataforma de reafirmación geopolítica. El mensaje que el gigante asiático busca transmitir es claro: China no es un actor pasivo en el nuevo orden global. Está lista para competir, redefinir reglas y liderar, si es necesario, la transición hacia una economía global menos dependiente de Estados Unidos.
El propio Diario del Pueblo, vocero del Partido Comunista Chino, lo reafirma con contundencia: “cuanta más presión recibimos, más fuertes nos volvemos”. Esta narrativa, que combina resiliencia con nacionalismo económico, no solo fortalece el frente interno, sino que proyecta una imagen de estabilidad en el exterior, atrayendo incluso a empresas estadounidenses que ahora dudan del futuro del mercado norteamericano.
A pesar del evidente impacto económico, desde fabricantes chinos que alertan sobre pérdidas hasta el desplome inicial en las bolsas asiáticas, China ha mantenido una postura inquebrantable. Ha reforzado relaciones comerciales con actores como Japón, Corea del Sur y la Unión Europea, y ha ofrecido su mercado como un “refugio prometedor” a inversores globales.
Los aranceles que golpean en casa
Paradójicamente, la estrategia de Trump parece estar causando más daños internos que externos. La imposición de aranceles, aunque presentada como una herramienta para defender la industria estadounidense, ha sido duramente criticada incluso dentro de su propio partido republicano. Líderes empresariales, grandes inversionistas y figuras como Elon Musk ya han alertado sobre las consecuencias negativas de esta política pero hasta ahora, incluso cuando Musk es cercano a Trump su petición de llevar los aranceles con Europa a cero, no ha sido escuchada.
Expertos en economía y hasta ex funcionarios del Fondo Monetario Internacional han advertido que ya otros países han aplicado aranceles para proteger sus intereses y siempre perjudican primero a la población del país que pone los aranceles. Y es que, como bien documenta la historia económica mundial, los aranceles suelen traducirse en un aumento de los precios internos y una caída del poder adquisitivo. Esto afecta principalmente a la clase media y baja, el grueso del electorado estadounidense. Además, la economía estadounidense actual no gira en torno a la industria pesada, como lo hacía hace décadas, sino que está dominada por sectores de servicios, tecnología y consumo. Los aranceles, lejos de proteger, perjudican a esa estructura. A la vez, que la caída bursátil en Wall Street, no sólo provoca pérdidas a los millonarios o las grandes corporaciones pero tambien al consumidor promedio, las pequeñas empresas y los fondos de pensión.
De esta manera, la guerra comercial impulsada por Trump ha empujado al mundo hacia una era de proteccionismo e inestabilidad. Pero mientras muchos actores internacionales optan por la prudencia o la sumisión, China ha decidido confrontar directamente, convencida de que la firmeza es la única vía para no legitimar una política unilateral y coercitiva.
Sin embargo, la prolongación de esta disputa augura consecuencias profundas y duraderas para ambas economías. Y lo que comenzó como un choque económico entre dos gigantes, hoy amenaza con redibujar el mapa del comercio global y debilitar el sistema multilateral que sostuvo décadas de crecimiento. En este pulso de poder, China ha dejado claro que no sucumbirá ante el chantaje. Su estrategia no es improvisada, sino una combinación de visión geopolítica, preparación económica y mensaje simbólico: si Estados Unidos quiere imponer su voluntad por la fuerza, China está lista para resistir… y quizás, para liderar el nuevo orden económico global.
08/04/2025
María Angélica Carvajal