En la historia contemporánea de Marruecos, pocas fechas tienen la densidad simbólica y estratégica del 31 de octubre de 2025. Ese día, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 2797 (2025), un texto que no solo prorroga el mandato de la MINURSO sino que, sobre todo, reconoce explícitamente la pertinencia del plan marroquí de autonomía como el marco más viable y realista para resolver el conflicto. Este hito, que coincide con el cincuentenario de la Marcha Verde, consagra internacionalmente décadas de paciencia diplomática, de reformas internas coherentes y de una visión de Estado resumida en la figura y el magisterio del rey Mohammed VI.
De la gestión al liderazgo: la madurez de la política marroquí en el Sáhara
Durante los últimos años, la diplomacia marroquí ha pasado de defender una posición a marcar el ritmo del proceso internacional. La aprobación de esta resolución no es un accidente, sino la culminación de una estrategia basada en tres pilares esenciales: legitimidad histórica, modernización institucional y cooperación internacional.
La legitimidad histórica se nutre de una identidad territorial consolidada por siglos de continuidad política y cultural. La modernización, por su parte, se expresa en el impulso económico y social del Sáhara, convertido en polo de inversión, conectividad e innovación. Y la cooperación internacional, tantas veces teórica en otros contextos, ha adquirido un cariz palpable: Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, España, Rusia y la Unión Europea reconocen ya de facto la dinámica de estabilidad y desarrollo que Marruecos ha consolidado entre el Atlántico y el Sahel.
La resolución 2797, patrocinada por Washington, marca además un cambio cualitativo: el Consejo de Seguridad abandona la ambigüedad tradicional para afirmar que “el estatuto de autonomía bajo soberanía marroquí constituye el marco más viable”. Se trata de un reconocimiento implícito, pero contundente, de que la era de las soluciones maximalistas ha terminado.
Una victoria diplomática sin triunfalismos
El discurso pronunciado esa noche por el Rey Mohammed VI refleja con precisión la madurez de la victoria marroquí: firme, pero no provocadora; orgullosa, pero incluyente. El monarca no presenta el resultado como un trofeo, sino como la apertura de un nuevo ciclo de unidad nacional, que invita incluso a quienes se hallan en los campamentos de Tinduf a reintegrarse en la dinámica de desarrollo y reconciliación.
Más que imponer, Marruecos propone una mano extendida, tanto hacia sus ciudadanos de todas las regiones como hacia los países vecinos. La mención expresa de un “diálogo fraternal y sincero” con Argelia es una señal inequívoca de que Rabat desea mirar hacia el futuro, evitando perpetuar las lógicas de rivalidad heredadas del pasado.
El efecto internacional: del reconocimiento político al pragmatismo geoestratégico
El voto del Consejo de Seguridad desvincula definitivamente el conflicto del marco de la polarización ideológica. Hoy, la comunidad internacional entiende el Sáhara no como un problema de descolonización, sino como una cuestión de estabilidad regional y seguridad global. En un mundo inquieto ante el auge de movimientos separatistas, el modelo marroquí de autonomía gana atractivo precisamente porque representa equilibrio, integración y legalidad internacional.
Este nuevo paradigma coincide con una reconfiguración geoestratégica liderada por los Estados Unidos y apoyada por potencias europeas que buscan en el norte de África socios fiables frente a la inseguridad del Sahel y los desafíos migratorios. Marruecos, gracias a su seriedad institucional y a su capacidad de concertación, se consolida así como pivote de estabilidad continental y actor estructurante del orden mediterráneo y atlántico.
Mirando hacia el futuro: la autonomía como democracia regional
El siguiente paso lógico en esta trayectoria será la profundización del modelo autonómico: una autonomía gestionada por los saharauis dentro de la soberanía marroquí, con respeto al pluralismo local, la buena gobernanza y el desarrollo sostenible. Este modelo no solo resuelve un conflicto, sino que ofrece una experiencia inédita de descentralización avanzada en África, alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y con los marcos internacionales de gobernanza territorial.
La fuerza del proyecto marroquí radica precisamente en su capacidad de combinar reconocimiento internacional con transformación interna. Lo que comenzó como una reivindicación de integridad territorial se ha convertido en una plataforma para la modernización del Estado, la innovación económica y la consolidación del liderazgo regional del Reino.
El fin del expediente, el inicio de la era del consenso
El 31 de octubre de 2025 no marca solo el cierre de un expediente histórico en las Naciones Unidas; es, ante todo, el principio de un Marruecos unido, respetado y proyectado hacia el futuro.
El Sáhara deja de ser frontera para convertirse en puente. La visión del monarca —una “autonomía real bajo soberanía marroquí” apoyada en el consenso internacional— ha reemplazado la lógica del conflicto por la de la cooperación constructiva.
Así, Marruecos no celebra una victoria sobre nadie, sino una victoria de la razón, la perseverancia y la diplomacia. Y en un mundo necesitado de certezas, esa es, quizás, su mayor contribución.
Mohamed BAHIA
31/10/2025









