En una Europa que debate su identidad y sus fronteras, hay comunidades que encarnan, en lo cotidiano, lo que los tratados y las cumbres diplomáticas suelen intentar en los salones de protocolo: tender puentes. Ese es precisamente el papel que el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, atribuyó a la diáspora marroquí en Bélgica durante su reciente visita a Bruselas, donde mantuvo un diálogo con su homólogo belga, Maxime Prévot.
Bourita no escatimó palabras: calificó a la comunidad marroquí residente en Bélgica como un «elemento esencial y vital» del vínculo bilateral. Más allá de los discursos de cortesía, su declaración reflejó una convicción política —y cultural—: los lazos entre Marruecos y Bélgica no se sostienen únicamente en los acuerdos de cooperación o en los flujos comerciales, sino en la red humana que ambos países comparten desde hace décadas.
Una presencia con peso social y económico
La población de origen marroquí en Bélgica supera las 400.000 personas, y su huella se siente en todos los ámbitos: desde los negocios familiares que dan vida a los barrios de Bruselas y Lieja, hasta los rostros visibles en la investigación científica, las artes o el deporte. Lejos de ser un fenómeno marginal, se trata de una presencia estructural en la sociedad belga.
El ministro marroquí subrayó precisamente este aspecto: la comunidad marroquí no solo conserva un fuerte apego a sus raíces, sino que ha sabido integrarse plenamente en el tejido social y económico belga. En sus palabras, se ha convertido en un ejemplo de integración en la diversidad, “un patrimonio compartido que debe protegerse de cualquier intento de instrumentalización externa”.
Más que migración: cooperación entre iguales
El encuentro diplomático también sirvió para reforzar la cooperación en materia migratoria, un asunto que ambos países quieren abordar desde un nuevo paradigma: responsabilidad compartida, respeto mutuo y solidaridad. Lejos de los enfoques basados únicamente en el control de fronteras, Bourita y Prévot destacaron la necesidad de mirar la movilidad humana como una oportunidad de crecimiento mutuo.
Una relación en movimiento
Las relaciones entre Rabat y Bruselas se hallan en una fase de renovación. Bélgica, con su posición estratégica dentro de la Unión Europea, y Marruecos, consolidado como actor clave en África y el Mediterráneo, exploran nuevas fórmulas para potenciar la cooperación en energía, innovación y educación.
Pero en medio de las agendas y los protocolos, el ministro marroquí recordó un detalle que suele pasar inadvertido: en cada proyecto bilateral, late la historia de miles de familias que, entre dos orillas, han tejido su propio relato de identidad, pertenencia y superación.
En definitiva, la comunidad marroquí en Bélgica no solo une dos países. Es, más bien, la manifestación viva de cómo las raíces pueden extenderse en dos tierras a la vez sin perder fuerza, y de cómo la diplomacia más eficaz sigue siendo, todavía, la de los rostros y las manos que cruzan fronteras cotidianamente.
23/10/2025









