En una jornada diplomática marcada por declaraciones sincronizadas y tonos estratégicos, Marruecos y Polonia han dado un nuevo impulso a su relación bilateral. Varsovia ha reconocido oficialmente el plan de autonomía presentado por Marruecos en 2007 como “una base seria, realista y pragmática para una solución duradera” al diferendo del Sahara. A esta posición se suma también un elogio explícito al programa de reformas impulsado bajo el liderazgo del rey Mohammed VI y un compromiso compartido para elevar la cooperación económica y política a niveles inéditos.
El viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radosław Sikorski, y su homólogo marroquí, Nasser Bourita, sostuvieron una conversación telefónica que parece haber condensado más de una década de aproximaciones discretas y coincidencias crecientes. El comunicado conjunto que siguió al diálogo es inequívoco: Polonia no solo respalda la propuesta marroquí sobre el Sáhara, sino que la considera el punto de partida más sólido para la estabilidad regional. Con este gesto, Varsovia se alinea con una mayoría europea —ya 23 Estados de la Unión— y más de 120 países que respaldan una solución dentro de la soberanía marroquí.
Pero el apoyo polaco no se limita al terreno diplomático. En el mismo documento, Sikorski reconoció las “reformas ambiciosas” lideradas por Mohammed VI, desde las transformaciones institucionales hasta el impulso de la economía verde y la modernización social. Según el texto, estas políticas han posicionado a Marruecos como “un socio fiable y responsable de la Unión Europea en África”. Ese reconocimiento roza lo simbólico: refleja cómo Rabat ha pasado de ser un socio periférico a un actor central en la ecuación euroafricana.
La conversación telefónica sirvió también para trazar una hoja de ruta futura. Ambas capitales coincidieron en la necesidad de llevar su relación a un “nivel superior de asociación reforzada”, apoyándose en la dinámica económica que las vincula. Marruecos se ha convertido en el principal socio comercial de Polonia en el continente africano, con un comercio bilateral en expansión que abarca desde productos agroalimentarios hasta tecnologías energéticas y equipamiento industrial.
En un gesto cargado de contenido simbólico, Sikorski invitó a Bourita a visitar Varsovia para poner por escrito un plan de acción bilateral. Bourita, por su parte, extendió una invitación abierta al empresariado polaco, animándolo a participar en sectores clave del desarrollo marroquí: infraestructura de cara al Mundial 2030, energías renovables, mercados públicos, seguridad y agroindustria.
En el tablero diplomático del Norte global, este acercamiento ilustra una tendencia más amplia: el creciente interés de los países de Europa Central en reforzar su proyección hacia África a través de alianzas estables, económicamente productivas y políticamente previsibles. Marruecos, con su equilibrio entre apertura económica y estabilidad política, se presenta como el socio idóneo para esa ambición.
Rabat y Varsovia parecen haber entendido que la política exterior del siglo XXI no se mide solo en acuerdos, sino en afinidades estratégicas. Y por una vez, el teléfono no sirvió para improvisar, sino para trazar una visión compartida.
21/10/2025