El Ejército israelí ha puesto en marcha la ofensiva que llevaba semanas anunciando y que consiste en el asalto total a la ciudad de Gaza, capital del enclave palestino, donde según Naciones Unidas residía o se refugiaba cerca de un millón de personas. La operación, confirmada por fuentes militares, involucra al menos tres divisiones y busca, según Tel Aviv, desmantelar el “principal bastión” de Hamás. Para el gobierno del líder israelí Benjamín Netanyahu, esta fase supone el paso definitivo hacia el control total de la Franja, aun a costa de una devastación casi absoluta.
La ofensiva se ha desplegado tras una semana de intensos bombardeos que han dejado decenas de muertos, entre ellos 38 en la última jornada este lunes 15 de setiembre, y que han acelerado el éxodo forzoso de cientos de miles de civiles. Israel asegura que un 40% de los habitantes ya abandonaron la capital gazatí, aunque los datos de la ONU no lo confirman. El desalojo forzoso, considerado crimen de guerra en el derecho internacional, refuerza las acusaciones de genocidio contra Israel, que este martes han recibido un nuevo respaldo por parte de una comisión independiente de la ONU que concluyó que en Gaza se están cometiendo actos que cumplen con los cuatro criterios para ser tipificados como genocidio.
Ante la gravedad de la situación, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha elevado su voz para pedir una intervención internacional “urgente” que proteja a la población civil antes de que la ciudad se convierta en “una fosa común”. La ANP alerta de que Israel está arrasando con infraestructuras críticas como hospitales, escuelas y viviendas, a la vez que está empujando a una catástrofe humanitaria sin precedentes. La ONU estima que más del 85% del enclave ya se encuentra en ruinas, y en casi dos años de ofensiva el número de muertos ronda los 65.000, la mayoría mujeres y niños, aunque organismos internacionales advierten que la cifra real podría ser mucho mayor.
Pese al creciente rechazo internacional, Netanyahu no muestra señales de dar marcha atrás. Incluso en medio de su propio juicio por corrupción en Jerusalén, el primer ministro reivindicó que Israel libra una “operación importante” en Gaza, mientras su ministro de Defensa presumía en redes sociales de que “Gaza está ardiendo”. La maquinaria militar avanza, con la convicción de que aún quedan entre 2.000 y 3.000 combatientes de Hamás en el terreno y con la intención de ampliar la ofensiva en los próximos días.
La comunidad internacional, sin embargo, endurece el tono. La Comisión Europea prevé aprobar sanciones que limitarán aspectos del acuerdo comercial con Israel, y varios países, entre ellos España, Turquía, Brasil y Sudáfrica, han advertido que cualquier ataque contra la Flotilla a Gaza será objeto de responsabilidades legales. Todo esto ocurre mientras Estados Unidos mantiene su apoyo a Tel Aviv, a pesar del aumento de la indignación global.
Asimismo, la presión interna sobre Netanyahu también se multiplica. Los familiares de los rehenes israelíes han levantado un campamento permanente frente a su residencia en Jerusalén, convencidos de que solo el fin de la guerra podría garantizar el regreso de sus seres queridos. Hamás, por su parte, ha advertido que la vida de los cautivos que aún mantiene depende directamente de las decisiones del primer ministro. Pero incluso ante esa presión, el gobierno israelí parece decidido a culminar su plan de conquistar la Franja de Gaza completa, desafiando a una comunidad internacional que cada vez disimula menos su rechazo ante la devastación, y donde la sociedad civil toma cada día las calles en distintos países en manifestaciones que ya no sólo exigen el fin de la guerra pero ahora además sanciones contra Israel.
16/09/2025
María Angélica Carvajal