El escritor franco-argelino Boualem Sansal, conocido por su defensa de la democracia y sus críticas al régimen argelino, ha sido condenado en Argel a cinco años de prisión y a una multa de 3.470 euros. Previamente, la fiscalía había solicitado diez años de cárcel por “atentar contra la integridad del Estado” tras unas declaraciones concedidas a un medio francés.
Sansal, que desde mediados de noviembre de 2024 se encontraba en prisión preventiva, optó por defenderse a sí mismo al no poder comunicarse con sus abogados. El caso se enmarca en la mayor crisis diplomática entre Francia y Argelia en décadas, lo que ha añadido un trasfondo político a la polémica.
Desde la prisión de El-Harrach, en Argel, el autor ha hecho llegar una carta abierta en la que denuncia las condiciones carcelarias, acusa al régimen de utilizar la prisión como herramienta de represión y llama a la comunidad internacional, en especial a Francia, a no ceder ante la dictadura.
“Carta desde mi prisión: no aparten la mirada
Mis amigos:
Si esta carta les llega, es porque, a pesar de los muros, los cerrojos y el miedo, todavía existen grietas por las que la verdad puede filtrarse. Les escribo desde una celda donde el aire escasea, donde la luz entra solo para recordar a los prisioneros que siguen vivos, pero nunca libres.
No soy ni el primero ni el último en sufrir el arbitrio del régimen argelino. Aquí, la prisión no es un lugar excepcional reservado a criminales, sino una herramienta común de gobierno. La dictadura encarcela como quien respira: sin esfuerzo, sin vergüenza. Encarcelan a periodistas, militantes, escritores… y, a veces, incluso a quienes no han dicho nada, solo para servir de ejemplo.
¿Mi delito? Haber persistido en creer que las palabras podían salvar a este país de sus propios demonios. Haber escrito que Argelia no se resume en una bandera y un himno, sino que, ante todo, es un pueblo que merece dignidad y justicia. Haberme negado a que la historia se repita, a que la corrupción y la violencia sigan ocupando el lugar más alto.
Sufro, sí. Mi cuerpo me traiciona, la enfermedad devora mis fuerzas, y el régimen espera que me vaya en silencio. ¡Pero se equivocan! Mi voz, incluso encadenada, no les pertenece. Si todavía puede alcanzar el exterior, es para decir lo siguiente: no crean en su fachada de respetabilidad. Este poder no es un Estado, es una máquina de triturar.
A Francia me dirijo sin rodeos. Han sido mi segunda patria, mi refugio intelectual. Ustedes, que se proclaman patria de los derechos humanos, recuerden que esos derechos no se detienen en las orillas del Mediterráneo. Los gobiernos pasan, las diplomacias calculan, pero los principios deben mantenerse firmes. No bajen los brazos, no sacrifiquen sus valores en el altar de los intereses económicos o las alianzas de ocasión.
No pido mi libertad por caridad, sino en nombre de lo que fundamenta toda sociedad humana: la justicia. Si hoy ceden ante un régimen que se cree intocable, mañana otras prisiones se llenarán, otras voces se apagarán.
A los argelinos, mis hermanos y hermanas, les digo: resistan. El miedo es una prisión más grande que aquella en la que me encuentro, y es más difícil de romper. Pero sé que un día, el muro caerá. Los dictadores siempre terminan cayendo.
En cuanto a mí, seguiré escribiendo, incluso si mis páginas permanecen escondidas bajo este colchón de prisión. Porque la escritura es la única libertad que no pueden confiscar, y es gracias a ella que sobreviviremos.”
13/08/2025









