La geopolítica de Oriente Próximo se agita una vez más. Canadá, siguiendo los pasos de Francia y Reino Unido, ha anunciado su «intención» de reconocer al Estado de Palestina durante la Asamblea General de la ONU en septiembre. Esta decisión, lejos de ser un mero gesto simbólico, representa un cambio significativo en la política exterior canadiense y un desafío directo a la postura tradicional de Israel y sus aliados.
El primer ministro canadiense, Mark Carney, justificó esta decisión argumentando el «intolerable» sufrimiento humano en Gaza y la necesidad de preservar la esperanza de una solución de dos Estados. Hasta ahora, Canadá condicionaba su reconocimiento a un acuerdo negociado entre Israel y Palestina. Este giro hacia un reconocimiento unilateral, similar al de Francia y Reino Unido, marca un punto de inflexión y refleja la creciente frustración internacional ante la parálisis del proceso de paz.
La reacción israelí no se hizo esperar. La embajada de Israel en Canadá condenó la decisión, calificándola de «campaña de presión internacional distorsionada» que «endurece la posición de Hamás». Argumentan que reconocer un Estado palestino sin un gobierno responsable ni instituciones sólidas es «recompensar la barbarie». Este discurso, similar al utilizado tras los anuncios de Francia y Reino Unido, evidencia la profunda inquietud de Israel ante el creciente apoyo internacional a la causa palestina.
Mientras Israel ve esta decisión como una «recompensa al terrorismo», Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, la celebra como un acto «histórico y valiente» que «reforzará la paz y la seguridad en la región». Esta divergencia de opiniones refleja la complejidad del conflicto y las diferentes interpretaciones de los acontecimientos.
Canadá, por su parte, argumenta que su decisión se basa en la «erosión» de la posibilidad de una solución de dos Estados, señalando la «incapacidad persistante» de Israel para prevenir la catástrofe humanitaria en Gaza, la expansión de los asentamientos en Cisjordania y la anexión de Jerusalén Este. Carney declaró que la vía de la negociación «ya no es sostenible», lo que justifica la necesidad de un cambio de estrategia.
Francia aplaudió la decisión canadiense, expresando su deseo de trabajar conjuntamente para «relanzar una perspectiva de paz». Este alineamiento entre París y Ottawa refuerza la presión internacional sobre Israel y plantea la posibilidad de un bloque diplomático que impulse el reconocimiento de Palestina en la ONU.
A diferencia de Reino Unido, que condiciona su reconocimiento a ciertas acciones por parte de Israel, Canadá se dirige directamente a la Autoridad Palestina, exigiendo la celebración de elecciones generales en 2026 y la no militarización del futuro Estado. Además, Carney excluye cualquier rol de Hamás en el futuro gobierno palestino y exige la liberación de todos los rehenes.
Internamente, la decisión canadiense responde a una creciente presión de la sociedad civil y de la clase política. Diversos sectores, incluyendo antiguos diplomáticos y miembros del partido gobernante, reclamaban un gesto contundente ante la crisis humanitaria en Gaza.
En definitiva, el anuncio de Canadá añade un nuevo capítulo a la compleja historia del conflicto israelo-palestino. Su decisión, lejos de ser un hecho aislado, se enmarca en una tendencia internacional hacia el reconocimiento del Estado de Palestina, desafiando la diplomacia tradicional y abriendo un nuevo escenario en la búsqueda de una solución definitiva. El tablero de Oriente Próximo se reconfigura, y las consecuencias de este movimiento diplomático aún están por verse.
31/07/2025









