Desde hace meses, la Franja de Gaza enfrenta una devastadora crisis humanitaria marcada por una estrategia sistemática de privación alimentaria. Mientras el conflicto armado continúa, unas 109 organizaciones humanitarias internacionales han advertido sobre la propagación de la hambruna masiva, denunciando la imposibilidad de distribuir la ayuda humanitaria debido a bloqueos y restricciones impuestas por Israel. Según datos del Ministerio de Salud de Gaza, al menos 111 personas han muerto por causas vinculadas a la desnutrición, incluidos más de 80 niños, y solo en las últimas 24 horas se reportaron 10 muertes por inanición.
La situación alimentaria se ha deteriorado hasta niveles extremos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 10% de la población sufre malnutrición aguda y más del 20% de las mujeres embarazadas y lactantes evaluadas presentan signos de desnutrición severa. A pesar de la existencia de aproximadamente 950 camiones de ayuda dentro de Gaza, el acceso a los alimentos sigue siendo restringido.
El sistema de distribución, ahora bajo la gestión de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) respaldada por EE.UU. e Israel, opera solo cuatro centros de ayuda, frente a los 400 que funcionaban bajo el sistema anterior liderado por la ONU. Estos centros han sido escenario de violencia letal, pues al menos 674 personas han muerto en las inmediaciones de estos puntos en tan solo seis semanas.
El costo de sobrevivir también se ha disparado. Testimonios locales publicados por la BBC revelan que el precio diario de consumir lentejas y un solo pan puede alcanzar los 600 shekels (aproximadamente $164 US), una cifra inalcanzable para la mayoría de la población, empobrecida tras meses de asedio, bombardeos y desplazamientos. En este contexto, la inseguridad alimentaria afecta incluso a trabajadores esenciales como periodistas, maestros y personal humanitario, quienes también sufren por la falta de agua potable y productos básicos de higiene. Esta precariedad ha favorecido la aparición de enfermedades infecciosas y ha colapsado el sistema sanitario, transformando los pocos hospitales operativos en salas de trauma masivo.
El cerco alimentario no solo ha provocado muertes inmediatas, sino que también amenaza la supervivencia a largo plazo de toda una generación de infantes. La agencia de la ONU para la salud sexual y reproductiva (UNFPA) alertó sobre “resultados catastróficos” en los nacimientos debido a la combinación de hambre, trauma psicológico y el colapso del sistema de salud. Las estadísticas muestran que durante lo primeros seis meses de 2025, se han registrado apenas 17.000 nacimientos en Gaza, en comparación con los 29.000 del mismo periodo en 2022. Además, han muerto 220 madres en lo que va del año, una cifra que multiplica por veinte la media anual previa.
A esta crisis se suma una ofensiva diplomática israelí contra agencias humanitarias clave como la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA). Pues, Israel ha decidido no renovar visados y permisos de trabajo a varios miembros de su personal, alegando sin pruebas una supuesta vinculación con Hamás. Estas medidas han sido denunciadas por la ONU como un paso más hacia el colapso de los últimos mecanismos que aún permiten la subsistencia de la población gazatí.
En este contexto, la “hambruna inducida” en Gaza no parece ser una consecuencia colateral del conflicto, sino más bien el resultado de un entramado de decisiones políticas, bloqueos estratégicos y una administración selectiva y limitada de la ayuda. Las cifras de muertes por hambre, la desnutrición masiva, los ataques en los puntos de distribución y el asedio a organismos humanitarios configuran una realidad alarmante que exige una respuesta internacional urgente y contundente. La vida de cientos de miles de personas depende del ingreso de ayuda, y de su distribución segura y sostenida.
23/07/2025









