La Casa Blanca ha elevado el tono en sus relaciones con Argelia. En una carta oficial enviada el 9 de julio al presidente Abdelmadjid Tebboune, el presidente Donald Trump anunció la imposición, a partir del 1 de agosto de 2025, de un arancel del 30 % sobre todos los productos argelinos exportados a Estados Unidos. Más allá de su alcance económico inmediato, esta decisión ilustra el endurecimiento de la postura estadounidense hacia regímenes con estructuras comerciales consideradas desventajosas o poco transparentes.
Un déficit que se convierte en amenaza para la “seguridad nacional”
El argumento principal esgrimido por Trump se apoya en el creciente déficit comercial con Argelia, el cual, según sus palabras, no solo perjudica a la economía estadounidense, sino que amenaza su seguridad nacional. Bajo el marco de la legislación norteamericana sobre seguridad económica —una herramienta que el mandatario ha invocado reiteradamente desde su regreso a la presidencia— se justifica una medida que busca proteger a las industrias nacionales de prácticas que Washington considera injustas.
Trump acusa directamente a Argel de mantener barreras tanto tarifarias como no arancelarias que obstaculizan la entrada de productos estadounidenses, configurando así un comercio desequilibrado y, en sus términos, contrario al “fair trade”. Esta declaración marca un punto de inflexión, al incluir a Argelia en la lista informal de países “económicamente hostiles”.
Entre advertencia y ultimátum: producción en EE. UU. o sanciones
El mensaje va más allá del simple anuncio arancelario. En un pasaje especialmente revelador, Trump ofrece una vía para evitar la medida: trasladar la producción al territorio estadounidense. “No habrá tarifas si Argelia, o las empresas que allí operan, deciden instalarse en Estados Unidos”, subraya el líder republicano. Esta fórmula responde plenamente a su doctrina económica, centrada en la relocalización industrial bajo el lema “America First”.
Pero esta invitación encierra una crítica velada, aunque contundente, al modelo económico argelino: altamente dependiente de los hidrocarburos, escasamente diversificado y con escasa integración a las cadenas globales de valor. A pesar de los reiterados discursos del Gobierno argelino sobre industrialización y reformas, la realidad es que el país no ha conseguido consolidar sectores productivos atractivos para la inversión extranjera.
Argelia, en la encrucijada del aislamiento económico
Esta medida se suma a una serie de señales previas lanzadas por la administración Trump desde el inicio de su segundo mandato. El impacto potencial será especialmente sensible en sectores argelinos vulnerables, como los bienes semi-transformados y ciertos productos de consumo. Pero más allá de los efectos concretos, la decisión refleja una tendencia más amplia: el creciente aislamiento de Argelia en un entorno internacional cada vez más competitivo y polarizado.
Mientras Marruecos profundiza sus vínculos con Estados Unidos a través de acuerdos de libre comercio, inversiones industriales y una diplomacia activa, Argelia parece estancada en una estrategia exterior reactiva, defensiva y poco eficaz. El contraste entre ambos modelos no pasa desapercibido en Washington, donde se privilegia a los socios reformistas, abiertos a las reglas del mercado y con visión de largo plazo.
Un giro con implicaciones estratégicas
El anuncio de Trump no es solo una medida comercial. Es un mensaje político que coloca a Argelia ante una disyuntiva clara: adaptarse a las nuevas realidades del comercio internacional o enfrentarse a una erosión progresiva de sus relaciones con las principales economías del mundo. En un contexto donde la competencia por atraer capital e inversiones estratégicas se intensifica, mantenerse en una posición de repliegue puede salir caro.
La advertencia está lanzada, y el margen de maniobra argelino se reduce. La respuesta de Argel, y su capacidad para reformar su aparato productivo, determinarán en gran medida su posición futura en el tablero económico global.
09/07/2025