La decisión del presidente estadounidense Donald Trump de recortar más del 80 % de los fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha encendido alarmas a nivel mundial desde meses atrás cuando se anunció la decisión de cancelar esos fondo. En aquel momento se consideró como una medida abrupta con alto impacto humanitario, sin embargo el reciente estudio publicado por The Lancet, evidencia que se trata de una decisión letal, sin precedentes.
El medio británico especializado en temas de ciencia y salud estima que esta medida podría provocar más de 14 millones de muertes evitables de aquí a 2030, de las cuales 4,5 millones corresponderían a niños menores de cinco años. Calificándolo así de un «retroceso devastador» para los países de bajos y medianos ingresos, donde la ayuda estadounidense ha sido vital en el fortalecimiento de sistemas de salud frágiles.
Durante dos décadas, USAID desempeñó un papel crucial en la reducción de la mortalidad por enfermedades como el VIH/SIDA, la malaria y diversas enfermedades tropicales desatendidas. Según el estudio, entre 2001 y 2021, los programas de USAID evitaron más de 90 millones de muertes en 133 países, convirtiéndose en uno de los pilares de la salud global. La retirada de este soporte, bajo la lógica del «America First», amenaza con desmantelar un sistema construido con décadas de cooperación internacional.
Pero el impacto va más allá de las cifras. En lugares como los campos de refugiados de Kakuma, en Kenia, el recorte ya se traduce en hambre crónica, reducción extrema de raciones alimentarias y hospitales desbordados donde niños desnutridos apenas sobreviven. La situación descrita por funcionarios de la ONU en terreno recuerda los peores escenarios de crisis humanitarias recientes, solo que esta vez, el colapso no se debe a una guerra ni a una pandemia, sino a una decisión política.
Lo más alarmante es que, hasta ahora, no existen mecanismos de reemplazo a esos fondos. Estados Unidos no solo ha sido el mayor donante humanitario del mundo, aportando más del 40% del total global, sino también un referente que otros países seguían. Con el retiro estadounidense, Reino Unido, Francia y Alemania también han reducido sus compromisos, creando un efecto dominó que deja a millones de personas sin acceso a salud, agua potable, nutrición o educación, y aunque China ha aparecido al rescate de algunos programas en países asiáticos y africanos, no ha sido y no será suficiente.
El estudio advierte que este más que un riesgo sanitario, representa un peligro para el desarrollo global. «Cada dólar retirado de la ayuda humanitaria es un golpe directo a las oportunidades de las próximas generaciones», señaló Caterina Monti, coautora de la investigación a The Lancet. Y lo más contradictorio es que según los cálculos del equipo de investigación, cada ciudadano estadounidense contribuye con apenas 17 céntimos al día para financiar USAID, una inversión ínfima frente al retorno humanitario masivo.
El futuro sanitario global a corto plazo está cubierto de neblina, cuando apenas el mundo parece estarse recuperando del impacto del COVID-19, desmantelar uno de los principales mecanismos de apoyo internacional podría desencadenar una catástrofe silenciosa de alcance global. Como concluyó Francisco Saúte, del Centro de Investigación en Salud de Manhiça: “No se trata solo de evitar muertes. Se trata de no abandonar a quienes más lo necesitan y de no traicionar el progreso que tanto costó construir”.
01/07/2025
María Angélica Carvajal









