La cumbre de la OTAN ha marcado un hito histórico por el compromiso colectivo de alcanzar un 5% del PIB en gasto en defensa para 2035, y también una nueva línea de tensión entre España y Estados Unidos. El detonante ha sido la negativa del Gobierno de Pedro Sánchez a alinearse con esa meta. El mandatario, Donald Trump, en su habitual estilo confrontativo, ha amenazado con represalias comerciales si España no eleva su inversión militar, una advertencia que el Ejecutivo español ha calificado de inaceptable. A juicio del presidente del Gobierno, el 2,1% previsto es «suficiente, compatible con el modelo social» y consensuado con la propia OTAN, aunque desde Washington se hable de incumplimiento.
El Gobierno español, respaldado por varios socios europeos, insiste en que su compromiso con la defensa colectiva es firme, pero matizado por su soberanía presupuestaria. La vicepresidenta Yolanda Díaz ha sido tajante al rechazar cualquier presión extranjera, y el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, recordó que las negociaciones comerciales con EE. UU. se canalizarán exclusivamente a través de la Comisión Europea, subrayando la posición común de los 27 miembros. El discurso oficial ha virado hacia un argumento pragmático: España cumple, pero lo hace con autonomía y responsabilidad fiscal, sin comprometer su modelo de bienestar.
Sin embargo, este posicionamiento ha sido aprovechado por la oposición interna. El Partido Popular ha acusado a Sánchez de «engañar a los aliados» y de haber firmado un acuerdo que contradice su discurso público. En una estrategia que mezcla crítica interna con alineamiento institucional, el PP se ha distanciado tanto del presidente español como del estadounidense, al rechazar «las amenazas» de Trump, pero sin dejar de atacar a Sánchez por su «farsa». La tensión entre verdad política y ambigüedad diplomática se ha convertido así en un nuevo frente en la ya compleja escena política nacional.
En el fondo del debate se encuentran dos visiones de la defensa europea: una, liderada por Trump, que exige aumentos masivos de gasto y resultados inmediatos; y otra, sostenida por países como España o Bélgica, que apuesta por una integración gradual, coherente con sus realidades internas. No obstante, con su negativa al 5%, Madrid lanza un mensaje de afirmación estratégica en un momento de redefinición del liderazgo transatlántico.
Ya la ruta hacia el 5% está firmada, con las excepcionalidades hacia España, que solo el tiempo dirá si se trata de una postura que refuerza y comprueba su credibilidad como aliado o la sitúa en el centro de una futura escalada de presiones bilaterales. Por ahora, la partida entre Trump y Sánchez se pone cuesta arriba, y sigue sumando desencantos.
26/06/2025
María Angélica Carvajal









