En los pasados meses, el presidente francés Emmanuel Macron ha construido una narrativa política clara y constante frente a la política exterior del expresidente estadounidense Donald Trump. Lejos de caer en una confrontación directa, Macron ha optado por una diplomacia firme, en la que combina defensa de la soberanía europea, principios del derecho internacional y llamados a la cooperación multilateral.
Ejemplo de ello es la reciente visita al territorio autónomo del Groenlandia se inscribe en esta estrategia que ha tenido otros momentos significativos, como su oposición a los aranceles propuestos por Trump o su crítica al plan de reconstrucción en Gaza vinculado al desalojo de su población.
Durante su visita oficial a Nuuk el pasado 15 de junio, la primera de un jefe de Estado francés al territorio, Macron declaró que el Groenlandia «no está ni en venta ni disponible para ser tomado», en clara alusión al interés expresado por Trump en 2019 de adquirir este territorio estratégico del Ártico. Acompañado por la primera ministra danesa Mette Frederiksen y el primer ministro groenlandés Jens-Frederik Nielsen, el líder francés reafirmó que se trataba de un mensaje de solidaridad europea y de respeto por la soberanía y la integridad territorial de Groenlandia.
Este episodio se suma a una serie de declaraciones y gestos diplomáticos que han dibujado una línea divisoria entre el enfoque europeo liderado por Macron y las estrategias de política exterior de Trump. En el pasado, el presidente francés criticó abiertamente las decisiones de su homólogo estadounidense en relación con la imposición de aranceles comerciales, la retirada del Acuerdo de París y, más recientemente, el tratamiento de la crisis humanitaria en Gaza. En cada ocasión, Macron ha puesto el énfasis en la necesidad de soluciones cooperativas y respetuosas del derecho internacional.
La visita al Ártico también tuvo un componente estratégico. Macron abordó con sus homólogos cuestiones de seguridad regional, cooperación energética y acceso a minerales estratégicos, en particular las tierras raras presentes en Groenlandia, vitales para la transición energética europea. Frente al aumento de la actividad rusa y china en la región, y los intentos estadounidenses por establecer influencia directa, Macron propuso ejercicios militares conjuntos con países nórdicos y norteamericanos, sin excluir a Estados Unidos, aunque reafirmando que Europa debe hablar con una sola voz.
Este enfoque es coherente con la postura que Francia ha mantenido desde el inicio de la guerra en Ucrania, en la que Macron se ha posicionado como uno de los principales interlocutores europeos. Ha organizado cumbres en París, impulsado la ayuda militar a Kiev y defendido la soberanía de los Estados miembros frente a presiones externas. Su actuación en Groenlandia puede leerse entonces como una extensión de esta línea política, adaptada a la nueva geografía de tensiones del Ártico.
Al parecer, la estrategia del presidente francés no busca una confrontación frontal con Estados Unidos, sino reafirmar el papel de Europa como actor geopolítico independiente. Su retórica, que evita provocaciones pero mantiene firmeza, revela una visión de largo plazo: reforzar la cohesión europea frente a las incertidumbres globales, construir una Europa más autónoma, más soberana y más capaz de actuar en defensa de sus intereses, incluso en los escenarios más remotos.
16/06/2025
María Angélica Carvajal









