El reciente ataque aéreo israelí contra objetivos en Irán, realizado la madrugada del viernes, ha generado una oleada de reacciones internacionales y una súbita elevación del nivel de alerta en embajadas y comunidades judías en todo el mundo. Pero más allá del impacto inmediato, el trasfondo de esta operación revela una profunda fractura en la política exterior estadounidense bajo la administración de Donald Trump y su incapacidad para controlar al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en un contexto regional cada vez más volátil.
Aunque la administración Trump ha intentado marcar distancia frente a la ofensiva israelí, calificándola como una “acción unilateral”, el episodio ha puesto en evidencia la desconexión entre los aliados tradicionales y la debilidad del liderazgo estadounidense en un momento crucial. Según recoge The Guardian, funcionarios estadounidenses de alto nivel evitaron respaldar el ataque e hicieron énfasis en la necesidad de proteger las instalaciones diplomáticas y las tropas estadounidenses desplegadas en la región.
El senador demócrata Chris Murphy fue tajante: “Este ataque busca claramente sabotear las negociaciones entre la administración Trump e Irán”. En su visión, la ofensiva constituye “una prueba más de la pérdida de respeto que muestran las potencias internacionales, incluso nuestros aliados, hacia el presidente Trump”.
Tensiones diplomáticas y descoordinación estratégica
Desde el inicio de su mandato, Trump intentó renegociar el acuerdo nuclear con Irán abandonado por su propia administración. Sin embargo, la falta de una estrategia coherente y el acercamiento ideológico a Netanyahu acabaron por debilitar cualquier posibilidad real de entendimiento con Teherán. Las recientes acciones militares, que sorprendentemente coincidieron con un nuevo intento de diálogo en Omán previsto para este domingo, han dejado a la diplomacia estadounidense en una posición ambigua, cuando no debilitada.
El propio Trump habría pedido expresamente a Netanyahu, en una conversación telefónica previa al ataque, que se abstuviera de lanzar ofensivas. Pero solo dos días después, ordenó evacuar al personal no esencial de las embajadas situadas cerca de Irán, un indicio de que Washington anticipaba movimientos israelíes sin poder detenerlos. La contradicción entre el deseo de evitar una guerra y la inacción para frenar a su aliado israelí se ha convertido en una de las marcas de su política exterior.
William Wechsler, director de programas de Medio Oriente en el Atlantic Council, apuntó que “hay una evidente falta de claridad en la postura estadounidense” y que resulta improbable que Israel hubiera actuado sin al menos una señal ambigua por parte de Washington. El hecho de que medios israelíes cercanos al gobierno hayan insinuado una coordinación con Estados Unidos agrava aún más la confusión.
Un golpe a la diplomacia que podría derivar en un conflicto abierto
El presidente Trump expresó su preferencia por evitar una confrontación militar y apostó públicamente por lograr “un buen acuerdo” con Irán. No obstante, reconoció también que un ataque como el israelí podría tener un doble filo: tanto presionar a Teherán a negociar como enterrar cualquier posibilidad de acuerdo. Esta ambivalencia ha sido uno de los factores que alimentan la incertidumbre regional.
Desde una perspectiva más amplia, analistas y legisladores coinciden en que la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear en 2018 —decisión impulsada por Trump con el respaldo de Netanyahu— ha sido un error estratégico que ha desestabilizado el equilibrio alcanzado previamente con el apoyo de la Unión Europea, Rusia y China. La consecuencia inmediata ha sido el fortalecimiento del ala dura iraní y el aumento de los riesgos de un enfrentamiento directo entre Irán e Israel, con consecuencias impredecibles para toda la región.
El senador Murphy lo resumió con dureza: “Esta es una catástrofe compartida entre Trump y Netanyahu, que ahora empuja a Oriente Medio hacia una guerra de consecuencias fatales. Irán no habría estado tan cerca de adquirir una bomba nuclear si Estados Unidos no hubiera abandonado el acuerdo que logró contener sus aspiraciones con un frente diplomático sólido”.
Lo que comenzó como una operación militar puntual amenaza ahora con transformarse en una crisis regional de grandes proporciones. Mientras las embajadas israelíes refuerzan su seguridad y las comunidades judías en el mundo elevan su nivel de alerta, la comunidad internacional observa con preocupación la aparente deriva de una estrategia que parece haber perdido rumbo. La diplomacia estadounidense, debilitada por decisiones pasadas y contradicciones presentes, enfrenta uno de sus mayores desafíos desde que comenzó el deshielo con Irán hace una década. El costo de este nuevo episodio, político y humano, apenas empieza a medirse.
Abdelhalim ELAMRAOUI
13/06/2025









