Tras casi tres meses de bloqueo total, Israel permitió a finales de mayo la reanudación del suministro de ayuda humanitaria a Gaza. Sin embargo, la situación dista mucho de ser estable. Israel desmanteló la red de distribución de la ONU, reemplazándola por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), una empresa privada que no logra abastecer las necesidades de la población. La escasez resultante ha generado escenas desesperadas, con personas arriesgando sus vidas para obtener alimentos.
La imagen que se repite en Gaza es la de una población hambrienta, obligada a recurrir al pillaje para sobrevivir. Los centros de distribución, custodiados por empresas de seguridad estadounidenses que emplean a exsoldados y bajo la vigilancia del ejército israelí, se han convertido en escenarios de tensión. La desesperación lleva a la gente a acercarse peligrosamente a las posiciones militares, arriesgándose a ser blanco de disparos.
Aunque desde el 19 de mayo Israel ha permitido la entrada de unos 700 camiones con alimentos, lo que equivale a las necesidades diarias de Gaza, la cantidad sigue siendo insuficiente. Jonathan Crickx, portavoz de UNICEF en Jerusalén, señala: «Durante el alto el fuego, cuando la ayuda humanitaria entraba en cantidades suficientes, no había saqueos. El pillaje es consecuencia de la escasez actual».
La paradoja es que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) dispone de más de 140.000 toneladas de alimentos en la frontera con Gaza, suficientes para cubrir las necesidades de la población. Sin embargo, es Israel quien controla el flujo de la ayuda, manteniendo a Gaza en un estado de precariedad y desesperación.
12/06/2025









