Tras dos días de intensas negociaciones en Londres, representantes comerciales de China y Estados Unidos anunciaron un principio de acuerdo que podría poner freno a la escalada de tensiones comerciales entre ambas potencias. Aunque los detalles permanecen bajo reserva, ambas partes se mostraron optimistas, describiendo el acuerdo como un «marco general» que deberá ser validado por sus respectivos presidentes, Xi Jinping y Donald Trump.
Este anuncio, realizado en la noche del martes, llega tras meses de intercambio de aranceles y retórica beligerante que ha generado incertidumbre en los mercados globales. Tanto el representante chino de comercio internacional, Li Chenggang, como el secretario de Comercio estadounidense, Wilbur Ross, confirmaron el principio de acuerdo y destacaron la necesidad de la aprobación presidencial para su implementación. Si bien este «marco general» representa un paso significativo hacia la distensión, la cautela se impone, dada la complejidad de las diferencias y la volatilidad que ha caracterizado las negociaciones hasta el momento.
Mientras tanto, la guerra comercial, lejos de aislar a China, parece estar reconfigurando el mapa del comercio global. Pekín ha intensificado sus lazos comerciales con el Sudeste Asiático, convirtiendo a la región en un socio estratégico clave. Las exportaciones chinas a países como Vietnam, Tailandia e Indonesia han experimentado un crecimiento exponencial en los últimos meses, superando ampliamente la media mundial. Este fenómeno se debe, en parte, a la estrategia de Pekín de redirigir sus exportaciones hacia la región para sortear los aranceles impuestos por Washington.
Este cambio de rumbo no está exento de controversia. El envío de piezas, componentes y maquinaria a fábricas del Sudeste Asiático, para su posterior modificación, ensamblaje y reexportación –incluso a Estados Unidos–, ha levantado sospechas sobre posibles prácticas de transbordo, especialmente en Indonesia. Si bien esta estrategia es legal siempre que exista una transformación local significativa, la línea entre la legalidad y la elusión de sanciones resulta a menudo difusa. Ante las crecientes sospechas, países como Indonesia, Tailandia y Malasia han prometido reforzar los controles.
Más allá de las controversias, la creciente influencia de China en el Sudeste Asiático, una región con más de 700 millones de consumidores, es una realidad innegable. La guerra comercial, paradójicamente, ha fortalecido los lazos entre Pekín y sus vecinos del sur, consolidando una alianza estratégica que podría redefinir el equilibrio de poder económico en la región. El acuerdo anunciado en Londres, si bien representa una potencial tregua en la guerra comercial con Estados Unidos, no altera la nueva realidad geopolítica que ya se está configurando en Asia.
11/06/2025









