Marruecos da un paso decisivo hacia su ambiciosa meta de 2030. En Benslimane, una vasta extensión de tierra se transforma poco a poco en el futuro epicentro del deporte nacional: el estadio Hassan II, una infraestructura que podría convertirse en el escenario de la final de la Copa Mundial de la FIFA en 2030. La Sociedad General de Trabajos de Marruecos (SGTM) se ha adjudicado la construcción de esta obra colosal, cuyo coste supera los 3 mil millones de dirhams.
Diseñado para acoger hasta 115.000 aficionados, el estadio destaca por su arquitectura inspirada en las tradicionales jaimas bereberes, en una fusión entre patrimonio cultural y diseño vanguardista. Distribuido en un área de 100 hectáreas, el recinto aspira a convertirse en el mayor estadio de Marruecos y una referencia en el continente africano.
SGTM fue la única empresa en presentar una oferta durante la licitación, pero su historial técnico y su experiencia en obras complejas —ya había ejecutado trabajos de nivelación por un monto de 356 millones de dirhams— le valieron la confianza para encabezar este megaproyecto.
Más allá del estadio, el plan urbanístico contempla una transformación integral de Benslimane. Se prevé la construcción de hoteles de alta gama, centros de congresos y espacios para exposiciones. La zona pasará así de ser un entorno poco desarrollado a convertirse en un polo urbano y económico emergente.
Para garantizar el acceso eficiente al estadio, se incluirán dos estaciones de transporte: una para el tren de alta velocidad (TGV) y otra para el sistema RER, que conectará directamente con el aeropuerto Mohammed V. La ubicación estratégica del recinto, a solo 38 kilómetros de Casablanca, facilitará su integración con la red de infraestructuras nacional.
La meta es clara: posicionar el estadio Hassan II como sede de la final del Mundial 2030. Con la salida de Portugal de la organización de la final —tras admitir limitaciones en su capacidad logística— Marruecos se perfila como el candidato ideal. El estadio ha sido diseñado conforme a las estrictas normativas de la FIFA, y se convierte así en una carta fuerte del país magrebí.
De lograrse, sería un hito histórico: África nunca ha albergado la final de un Mundial. Marruecos podría así reparar una deuda simbólica desde 1970, año en que se postuló por primera vez como país anfitrión, aunque el torneo terminó realizándose en México.
El calendario es apretado. La entrega de la obra está programada para inicios de 2028, con el fin de tener dos años de margen antes del torneo. La FIFA ha establecido un mecanismo riguroso de supervisión, que inspeccionará cada etapa de la construcción con estándares internacionales.
Pese a la presión, el ambiente en el proyecto es de compromiso y entusiasmo. Las partes involucradas ven en este desafío una oportunidad para posicionar a Marruecos en la élite de las infraestructuras deportivas globales.
No se trata solo de fútbol. El estadio Hassan II representa una visión de desarrollo regional a largo plazo. Benslimane aspira a consolidarse como un nuevo centro estratégico capaz de atraer inversiones, dinamizar el turismo y convertirse en sede de grandes eventos más allá del Mundial.
El impacto económico del proyecto ya es visible: generación de empleo, dinamización del sector artesanal, impulso a la hostelería y a los servicios. Con la elección de SGTM, Marruecos apuesta por sus empresas nacionales, lanzando un mensaje claro al mundo: el país cuenta con los recursos y las capacidades para ejecutar proyectos de clase mundial. Un símbolo de soberanía técnica y ambición internacional.
11/06/2025









