El reciente anuncio de un acuerdo preliminar entre China y Estados Unidos abarca más que tarifas y refleja la complejidad de la relación bilateral entre dos potencias que ha estado atravesada por tensiones estratégicas, competencia tecnológica y desequilibrios comerciales.
Aunque el foco público ha estado en el elevado 55% de aranceles que Washington impondrá a productos chinos, frente a un moderado 10% recíproco, el alcance del pacto incluye compromisos clave sobre acceso a recursos estratégicos como las tierras raras y la reactivación de los visados para estudiantes chinos en universidades estadounidenses.
Este marco, aún pendiente de la aprobación definitiva por parte de los presidentes Donald Trump y Xi Jinping, se inscribe en la continuidad del llamado “consenso de Ginebra”, un entendimiento alcanzado en mayo y revitalizado tras dos días de conversaciones intensas en Londres. Según los medios locales estadounidenses, el secretario de Comercio de EEUU, Howard Lutnick, señaló que se trata de “poner carne sobre el hueso” de aquel entendimiento, subrayando el objetivo estadounidense de reducir el déficit comercial y ampliar sus ventajas estructurales.
Uno de los puntos más delicados y menos mediáticos del acuerdo es el suministro anticipado de tierras raras por parte de China, una concesión estratégica en un mercado dominado históricamente por Pekín. Estos minerales son fundamentales para la industria de semiconductores, vehículos eléctricos y defensa. La medida apunta a garantizar estabilidad en la cadena de suministro para empresas estadounidenses, pero también evidencia el dilema chino: ceder parte de su ventaja tecnológica para evitar una escalada comercial mayor.
En contraprestación, Estados Unidos ha accedido a facilitar el ingreso de estudiantes chinos a sus universidades, un punto de fricción desde 2020 debido a las restricciones vinculadas a seguridad nacional y espionaje tecnológico. Aunque Trump ha presentado esta apertura como un gesto amistoso, el movimiento responde a una necesidad estratégica de mantener ingresos académicos y talento asiático en su sistema universitario, clave en investigación científica avanzada.
Sin embargo, el desequilibrio arancelario que se perpetúa revela una asimetría que refuerza la lógica de contención estructural hacia Pekín. Esta dinámica ha sido objeto de análisis por parte de la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, quien advirtió desde China que las “políticas comerciales coercitivas” no abordan las causas profundas de los desequilibrios globales y pueden amplificar la fragmentación económica internacional, publicó Infoabe.
Entre tanto, desde la óptica china, el viceministro de Comercio Li Chengang calificó el diálogo como “profesional y racional”, destacando su potencial para restaurar la confianza bilateral y contribuir al crecimiento económico global, de acuerdo a sus declaraciones para la agencia de noticias estatal china Xinhua. No obstante, el uso reiterado del término “marco” sugiere que el acuerdo no implica compromisos vinculantes de largo plazo, sino más bien una hoja de ruta flexible, condicionada por la volatilidad política y los calendarios electorales en ambos países.
Es así como el anuncio de Trump en redes sociales del acuerdo llega en un contexto de desacoplamiento parcial entre las dos mayores economías del mundo, con restricciones mutuas en sectores de alta tecnología, reconfiguración de cadenas de suministro y presiones sobre actores terceros.
La relación China – Estados Unidos ha convertido el comercio en una herramienta de competencia estratégica, donde incluso las medidas cooperativas como el acceso educativo o el suministro de minerales, son vistas como parte de una arquitectura de poder más amplia. De modo que el pacto anunciado en Londres no elimina las tensiones, pero ofrece una pausa táctica en la escalada. Washington refuerza su capacidad de negociación a través de tarifas asimétricas y acceso a recursos críticos, y China busca tiempo y estabilidad para adaptarse a un entorno internacional más hostil. Ambos apostando por una tregua funcional más que por una reconciliación duradera.
11/06/2025
María Angélica Carvajal









