El domingo 25 de mayo, Venezuela celebró elecciones para diputados, gobernadores y alcaldes en un proceso marcado por la baja participación y el rechazo de la oposición, que llamó al boicot. Los resultados, según el Consejo Nacional Electoral (CNE), arrojaron una contundente victoria para el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), liderado por Nicolás Maduro.
Con un 82,68% de los votos en las listas nacionales y 23 de las 24 regiones, el PSUV se adueñó de la mayoría de los cargos en disputa. La escasa participación, que según cifras oficiales alcanzó el 42% (aunque las encuestas la sitúan aún más baja), restó legitimidad al proceso. La oposición denunció una «mascarada» y un «fraude», argumentando que las condiciones no eran justas y que el gobierno había manipulado el proceso electoral.
La victoria del chavismo se explica, en gran medida, por la abstención masiva, que dejó a los votantes oficialistas en un escenario sin competencia. El propio Maduro celebró los resultados como una muestra de la «fuerza» y la «vitalidad» del chavismo, y un triunfo del «bolivarianismo del siglo XXI».
Además de la disputa por el poder, las elecciones estuvieron marcadas por la controversia sobre el Esequibo, territorio rico en petróleo en disputa con Guyana desde hace siglos. Venezuela organizó un voto simbólico para elegir representantes del Esequibo, ignorando la administración guyanesa del territorio y creando una micro-circunscripción fronteriza. La participación en esta elección fue de 31,58%, con un resultado abrumador para el chavismo.
Guyana, que considera el Esequibo como parte integral de su territorio y ha presentado el caso ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), denunció la votación venezolana como un intento de anexión. Caracas, por su parte, sostiene que el río Esequibo debe ser la frontera natural, tal como se estableció en la época colonial española.
Las elecciones en Venezuela, marcadas por la polarización, la violencia y la falta de transparencia, reflejan la profunda crisis institucional que vive el país. La victoria del chavismo, aunque contundente, no resuelve las profundas divisiones sociales y políticas que aquejan a la nación. La falta de consenso y la polarización política, junto con la crisis económica y la falta de confianza en las instituciones, representan un desafío para el futuro del país y para la búsqueda de una solución pacífica y democrática a la crisis.
26/05/2025









