La reunión entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo sudafricano, Cyril Ramaphosa, celebrada este miércoles en la Casa Blanca, terminó convirtiéndose en una escena de confrontación política cuidadosamente orquestada. En lo que muchos diplomáticos califican como un episodio sin precedentes, Trump interrumpió el encuentro bilateral con un video y varios artículos acusatorios que retrataban un supuesto «genocidio blanco» en Sudáfrica, mostrando asesinatos y expropiaciones de tierras de agricultores blancos por parte de ciudadanos negros.
El gesto dejó perplejo a Ramaphosa, quien apenas minutos antes había compartido bromas con el mandatario estadounidense. Sin embargo, la maniobra, descrita por varios medios estadounidenses como una “emboscada multimedia”, evidencia la creciente línea ideológica de Trump en su segundo mandato: una narrativa centrada en la defensa de las minorías blancas, tanto en su política doméstica como internacional.
Desde enero, el presidente republicano ha utilizado la Oficina Oval como escenario para reforzar su retórica contra la inmigración, las políticas de diversidad y la protección de refugiados que no encajan en su visión del «ciudadano ideal». El giro más reciente: la aceptación, este mismo mes, de 59 solicitantes de asilo sudafricanos blancos, argumentando que enfrentan persecución racial en su país, una afirmación que Sudáfrica ha rechazado categóricamente.
La escena con Ramaphosa no fue un desliz diplomático. Desde hace meses, Trump ha amplificado la idea de una “persecución sistemática” contra la minoría blanca en Sudáfrica, a pesar de que informes de medios internacionales y de su propia inteligencia no avalan la existencia de un plan organizado o violencia masiva que justifique la noción de genocidio. La narrativa ha sido rechazada por múltiples organismos multilaterales, y el propio Ramaphosa declaró tras la reunión: “Nuestra política gubernamental es completamente contraria a lo que él decía”. Según Reuters, el presidente sudafricano recordó que Sudáfrica es una democracia multipartidista y que la libertad de expresión no debe confundirse con políticas institucionales.
No obstante, Trump ha persistido en esta línea, vinculándola a su política migratoria excluyente. Cabe recordar que a principios de 2025, la Casa Blanca suspendió las solicitudes de asilo de otras nacionalidades mientras aceleraba las de afrikáneres. Además, en febrero, Trump firmó un decreto que congela la ayuda exterior a Sudáfrica en protesta por una ley que permite la expropiación de tierras sin compensación, una medida, según el gobierno de Sudafrica, orientada a corregir desigualdades históricas heredadas del apartheid. Pero que Trump, ha interpretado como una violación de derechos humanos, argumento que utilizó también para criticar la postura sudafricana contra Israel en el conflicto de Gaza.
Es así como la estrategia del presidente estadounidense, debería analizarse como un todo, más allá de un hecho aislado. Su acusación de “genocidio blanco” se inserta en una narrativa más amplia que busca deslegitimar las políticas de justicia racial en contextos tanto extranjeros como internos. En Estados Unidos, Trump ha combatido activamente los programas de equidad racial, eliminado iniciativas de diversidad en agencias federales y reforzado un discurso nativista que vincula la protección de los blancos con la idea de «restauración del orden”. En este contexto, lo sucedido con Sudáfrica en la Oficina Oval, pareciera ser una proyección exterior de esa agenda.
La reunión entre Trump y Ramaphosa ha evidenciado que la política exterior estadounidense bajo el mandato del presidente republicano está cada vez más subordinada a una agenda ideológica de confrontación racial. Lejos de centrarse en el comercio o la cooperación bilateral, el encuentro fue utilizado para posicionar internacionalmente una narrativa que refuerza sus postulados domésticos. Y mientras Sudáfrica rechaza las acusaciones, lo cierto es que Trump ha encontrado en esta controversia una plataforma perfecta para profundizar su visión del mundo: una donde la protección de supuesta «identidad blanca» se presenta como un objetivo legítimo de política estatal.
22/05/2025
María Angélica Carvajal









