Las tensiones militares entre India y Pakistán han entrado en una fase crítica, con un saldo trágico de al menos cincuenta civiles muertos en apenas dos días, en medio de ataques cruzados que evocan el fantasma de una guerra abierta entre dos potencias nucleares históricamente enfrentadas.
El detonante inmediato fue un atentado perpetrado el pasado 22 de abril en la turística ciudad de Pahalgam, en la Cachemira india, donde murieron 26 personas. Nueva Delhi acusó a Islamabad de brindar apoyo al grupo responsable del ataque, una imputación que Pakistán niega categóricamente.
La respuesta india fue rápida y contundente: el miércoles lanzó bombardeos sobre territorio pakistaní. Desde entonces, ambos países se han visto envueltos en un intercambio constante de misiles, drones y artillería, marcando el enfrentamiento más sangriento en más de veinte años.
Una escalada con implicaciones regionales
Desde la noche del jueves, múltiples explosiones sacudieron la región de Cachemira, cuya soberanía es disputada por ambos Estados desde la partición de 1947. India reportó “ataques de drones y disparos a lo largo de toda la frontera”, mientras que Pakistán informó de cinco civiles muertos por artillería india y anunció una contraofensiva dirigida a tres puestos militares enemigos.
Las consecuencias han sido inmediatas: escuelas cerradas en Cachemira, Punyab e incluso Rajasthan; 24 aeropuertos clausurados en el noroeste de la India; suspensión de ligas deportivas y una atmósfera de movilización general que recuerda los momentos más tensos de la historia indo-pakistaní.
La guerra de los drones y la batalla informativa
Ambas partes han desplegado oleadas de drones: India asegura haber “neutralizado” defensas aéreas en Lahore, mientras Pakistán afirma haber derribado 29 drones sobre al menos nueve ciudades, entre ellas Rawalpindi e Islamabad. El simbolismo de estos ataques es poderoso: han afectado incluso a eventos deportivos nacionales, forzando a Islamabad a trasladar su campeonato de críquet a los Emiratos Árabes Unidos, y a India a suspender su lucrativa Premier League.
En paralelo, la guerra también se libra en el plano informativo. Nueva Delhi ha ordenado el bloqueo de más de 8.000 cuentas en X (antes Twitter), incluidas algunas pertenecientes a medios internacionales, acusando de difundir información sensible o parcial. La plataforma denunció lo que calificó como un acto de “censura”.
Llamados internacionales ignorados
Pese a los reiterados llamados a la moderación por parte de actores internacionales, como Estados Unidos e Irán, ni Nueva Delhi ni Islamabad han mostrado voluntad concreta de detener la escalada. El vicepresidente estadounidense, JD Vance, advirtió que Washington “no se implicará en una guerra que no es asunto nuestro”, mientras que Irán, en su intento de mediación, expresó su disposición a contribuir a la desescalada.
El International Crisis Group ha advertido sobre el riesgo de que la lógica de la confrontación se imponga, alimentada por una retórica bélica, presiones internas y ausencia de mecanismos diplomáticos sólidos. El organismo alertó además de la peligrosa indiferencia internacional ante el hecho de que “dos potencias nucleares con una larga historia de conflicto puedan estar a las puertas de una guerra abierta”.
En este escenario volátil, la comunidad internacional enfrenta el desafío de frenar un conflicto que no solo amenaza a Asia meridional, sino que podría tener repercusiones de alcance global.
09/05/2025









