Estados Unidos libra múltiples batallas comerciales a nivel global, pero su enfrentamiento más determinante sigue siendo con China. Desde que Donald Trump asumiera la presidencia el 25 de enero, ha intensificado la presión sobre el gigante asiático, cumpliendo sus amenazas arancelarias con medidas de hasta tres dígitos.
Pekín, sin ceder a la provocación, ha respondido con firmeza y estrategia, manteniéndose imperturbable y exigiendo respeto. En lugar de buscar una negociación inmediata, China optó por una resistencia calculada, forzando a Washington a asumir el costo político y económico de sus decisiones. Así, el gigante asiático se adjudicó el primer punto del conflicto.
Los datos comerciales de marzo y abril han reforzado esa percepción. Las exportaciones chinas, aunque afectadas por la política arancelaria estadounidense, han mostrado resiliencia: tras un impulso anticipado en marzo, en abril mantuvieron su solidez gracias a la diversificación de mercados y clientes. Aunque el déficit comercial de EE.UU. con China se redujo en abril, se disparó con el resto del mundo, alcanzando un récord histórico como resultado directo de su política comercial, segundo punto a favor.
Mientras tanto, el país asiático ha redirigido su comercio hacia la ASEAN ((sudeste asiático), India y América Latina, compensando con creces la caída de más del 20% en sus exportaciones a EE.UU. Según Capital Economics, China se había preparado con antelación para este escenario, implementando mecanismos de amortiguación como la devaluación del yuan, la diversificación de destinos y tácticas de evasión arancelaria.
Entre estas tácticas, destacan el uso de terceros países como plataformas de reexportación, en una estrategia de “lavado de origen”, y la subestimación del valor real declarado ante las aduanas estadounidenses, lo que ha generado una discrepancia anual de hasta 90.000 millones de dólares entre las cifras de exportación chinas y las de importación reconocidas por EE.UU., según Oxford Economics.
Además, la deslocalización productiva hacia países como Vietnam, India o Tailandia está debilitando los controles arancelarios estadounidenses, fenómeno que el economista jefe de UBS, Paul Donovan, denomina “el triángulo de las Bermudas comercial”.
Pero del otro lado, el déficit comercial estadounidense alcanzó los 163.500 millones de dólares en marzo, un aumento del 11,2% respecto al mes anterior, reflejo del pánico empresarial frente a los aranceles y convirtiéndose en tercer punto a favor de China.
De esta manera, la BEA y Newsweek coinciden en que la anticipación de compras y la contracción del PIB del 0,3% en el primer trimestre son indicadores de que la estrategia de presión está teniendo efectos adversos. Frente a ello, China llega con un set ganado y con ventaja a la mesa de negociación que se celebrará en Suiza entre el secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng.
Pues, aunque Trump ha sugerido que un arancel del 80% sería «justo», The New York Times estima que podría reducirse hasta el 50%. No obstante, lo ocurrido demuestra que enfrentarse a China es un caso especial y Washington está viendo lo difícil que es implantar su agenda con un gigante bien parado, resistiendo el embate y cuyas opciones alternativas le estan dando resultado, y esa fortaleza es lo que da pie a los expertos internacionales a presagiar un prolongado proceso de negociación.
Estados Unidos lo sabe, Bessent declaró en Fox News que las conversaciones tienen por objeto iniciar el proceso de descongelación de la relación comercial y no un acuerdo comercial, ya que es evidente que el daño ya está hecho y la desconfianza ha llegado a su tope.
09/05/2025
María Angélica Carvajal