En una visita cargada de simbolismo y geopolítica, el presidente chino Xi Jinping llegó a Moscú este 7 de mayo para una estancia oficial de cuatro días, invitado por su homólogo ruso, Vladimir Putin. La visita, que coincide con las celebraciones del 80 aniversario de la victoria soviética sobre la Alemania nazi, tiene lugar en un momento de recrudecimiento de las hostilidades entre Rusia y Ucrania, marcado por ataques con drones en la capital rusa y crecientes acusaciones de complicidad militar entre Pekín y Moscú.
Un respaldo diplomático en tiempos de aislamiento
La presencia del líder chino en la capital rusa representa algo más que una participación en los actos conmemorativos del “Día de la Victoria”, el 9 de mayo. Constituye una reafirmación estratégica de los lazos entre China y Rusia, en momentos en que Moscú enfrenta un aislamiento progresivo por parte de Occidente. Según fuentes diplomáticas, la agenda incluye la firma de nuevos acuerdos de cooperación, en sectores clave como la energía, el comercio e incluso, de manera no oficial, en el ámbito de la defensa.
China, aunque mantiene una postura oficialmente neutral ante la guerra en Ucrania, ha intensificado sus relaciones económicas con Rusia. El comercio bilateral se ha disparado en los últimos dos años, y expertos señalan que muchos de los componentes exportados por China podrían estar siendo redirigidos hacia la industria militar rusa, como una forma de contrarrestar los efectos de las sanciones occidentales.
Un equilibrio geopolítico calculado
En el análisis de los observadores internacionales, la visita de Xi Jinping refuerza el mensaje de que China no tiene intención de distanciarse de Rusia, pese a las presiones de Washington y Bruselas. Más aún, demuestra la ambición de Pekín de consolidarse como actor de equilibrio en un orden mundial multipolar, alineado con el Sur Global y estructuras como los BRICS, fuera de la hegemonía occidental.
Esta es la tercera visita del mandatario chino a Rusia desde el inicio del conflicto ucraniano en febrero de 2022. Su presencia en Moscú se interpreta como una señal de continuidad en la estrategia de apoyo indirecto al Kremlin, en un contexto donde la diplomacia internacional busca alternativas al actual bloqueo en el frente ucraniano.
Tensión en el aire: drones, muertos y vuelos cancelados
La coyuntura de esta visita no ha podido ser más tensa. En la madrugada del 7 de mayo, Moscú fue blanco de una serie de ataques con drones ucranianos, lo que obligó a suspender temporalmente las operaciones en varios aeropuertos de la capital. Paralelamente, Kiev fue atacada, causando al menos dos muertos. El cruce de ataques coincidió con la llegada de mandatarios extranjeros y pone en entredicho las condiciones de seguridad para las conmemoraciones del 9 de mayo.
El Kremlin anunció la adopción de «todas las medidas necesarias» para garantizar la seguridad de los actos, entre ellas el control del acceso a internet en ciertas zonas de Moscú. Mientras tanto, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski calificó como un «intento de manipulación» el alto el fuego unilateral propuesto por Rusia, previsto para la noche del miércoles, en vísperas del desfile militar.
El frente diplomático sigue estancado
Más de tres años después del inicio de la invasión rusa, la guerra continúa sin una salida negociada a la vista. Ucrania insiste en la necesidad de un alto el fuego «incondicional» de al menos 30 días como condición previa para iniciar un proceso de negociación. Esta propuesta ha sido recientemente respaldada por el presidente estadounidense Donald Trump, quien ha mostrado una postura crítica respecto al apoyo militar prolongado a Kiev.
En este complejo entramado de intereses cruzados, la visita de Xi Jinping a Moscú se interpreta como un gesto calculado, que busca fortalecer la alianza con Rusia sin comprometer abiertamente la posición internacional de China. El equilibrio entre neutralidad declarada y apoyo tácito se mantiene, pero cada gesto, cada firma de acuerdo, contribuye a redefinir el mapa global de poder.
07/05/2025









