El Congreso de los Diputados de España, vivió una sesión de alto voltaje político. El presidente, Pedro Sánchez compareció para explicar el apagón eléctrico que paralizó buena parte de la península el pasado 28 de abril y justificar el reciente aumento del gasto en defensa. Sin embargo, lo que debió ser un ejercicio de rendición de cuentas técnica y política se transformó en un juicio político sumario, con la oposición clamando por la dimisión del presidente del Gobierno.
La energía como trinchera ideológica
El epicentro del enfrentamiento fue el modelo energético del Ejecutivo. Para Sánchez, lo ocurrido el 28 de abril no fue sino un fallo técnico cuyas causas aún están bajo análisis por expertos del Ministerio de Transición Ecológica, Red Eléctrica y la Comisión Europea. El presidente pidió “tiempo, rigor y paciencia” para procesar más de 756 millones de datos y prometió “absoluta transparencia”, descartando rotundamente que el apagón tenga relación con la apuesta del Gobierno por las energías renovables. Vincular el incidente con el abandono progresivo de la energía nuclear, sostuvo, es una “gigantesca manipulación”.
Pero para el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, lo sucedido es el síntoma de un modelo energético fallido, ideológico y desconectado de la realidad. En un discurso virulento, acusó al Gobierno de actuar con “fanatismo”, de no prever el apagón a pesar de “11 avisos” en los últimos cinco años y de no haber reaccionado con la rapidez ni la transparencia necesarias. El colapso energético, dijo, “se gestionó como todo lo que toca el sanchismo: tarde, mal y echando balones fuera”.
Feijóo fue más allá: pidió la dimisión de Sánchez y de la cúpula del Ministerio de Transición Ecológica, acusando a la presidenta de Red Eléctrica, Beatriz Corredor, de ser “la única pieza necesaria para desestabilizar el país”. En su arremetida, el líder popular recordó que su partido propuso en 2022 un pacto energético que combinara renovables y nucleares, “una fórmula científica, no ideológica”. Sánchez replicó que aquel plan era un “copia y pega” del programa energético de la Xunta de Galicia y puso en duda el rigor de la propuesta.
Vox y el discurso del colapso
Santiago Abascal, líder del partido político Vox, elevó aún más la temperatura dentro del Congreso cuando con un tono, casi que apocalíptico, acusó al presidente de ser “una calamidad histórica” que ha llevado al país “a oscuras” por seguir una “agenda energética woke dictada desde el extranjero”. Denunció que los españoles ya compran “kits de emergencia” y afirmó que nunca, ni en tiempos de Primo de Rivera, “España se había apagado”.
Abascal pidió la dimisión inmediata del presidente por “no garantizar la seguridad ni la defensa nacional” y cargó también contra Feijóo por cualquier conato de pacto con el PSOE. “El único camino es poner a Sánchez en el banquillo”, declaró. Ante lo cual, el Presidente acusó a Vox de “desear el caos” y de vivir políticamente del miedo y la conspiración. “Son la marca blanca de Alternativa por Alemania”, espetó.
La crítica alineada
Entre sus socios parlamentarios, Sánchez encontró más comprensión en el fondo que en la forma. Aunque defendieron mayoritariamente el modelo energético basado en renovables y criticaron con dureza al oligopolio eléctrico, también señalaron errores de comunicación y lentitud en la reacción gubernamental.
Desde ERC, Gabriel Rufián afeó a Sánchez su tardanza en comparecer el día del apagón y denunció la inacción de quienes, según él, trabajan para las eléctricas. Junts reclamó datos concretos que no se han dado, y Sumar abogó por una red eléctrica “100% pública, resiliente y eficiente”. Desde Podemos, Ione Belarra fue especialmente dura: calificó de “bochorno indecente” la falta de explicaciones y exigió que las eléctricas asuman compensaciones económicas.
¿Un desgaste irreversible?
En términos políticos, la sesión parlamentaria refleja un punto de inflexión. La ofensiva de la oposición busca minar la legitimidad del Gobierno no solo por la gestión de una crisis energética puntual, sino por la concepción misma del modelo de Estado. Se acusa a Sánchez no ya de incompetencia técnica, sino de encarnar una deriva ideológica que, a ojos de sus críticos, pone en riesgo la seguridad, la estabilidad económica y la soberanía energética de España.
El mandatario, sin embargo, responde con una narrativa de resiliencia: no cederá “ni un milímetro” en su hoja de ruta verde, porque “el futuro energético será renovable o no será”. Se apoya en la ciencia, en la necesidad de avanzar hacia un modelo sostenible, y en una ciudadanía que, según destacó, “respondió con un comportamiento de 10” durante el apagón. Además, ha prometido presentar pronto la planificación energética 2026-2030, para “reindustrializar España desde las energías limpias”.
Es así como lo que debería haberse debatido en términos técnicos ha sido convertido por la oposición en un campo de batalla político e ideológico. El apagón del 28 de abril ha dejado a España a oscuras por unas horas, pero ha iluminado con crudeza las tensiones que atraviesan el tablero político: entre ciencia y eslóganes, entre transición ecológica y miedo al cambio, entre gobernabilidad y polarización.
Sánchez se juega mucho más que la explicación de una crisis técnica: se juega su autoridad moral para pilotar una transformación energética que, inevitablemente, implica riesgos, resistencias y errores. En ese terreno incierto, la dimisión no es aún una opción seria, pero el desgaste es real y acumulativo. Y en política, como en la electricidad, cuando bajan los voltajes… empiezan a saltar los plomos.
07/05/2025
María Angélica Carvajal









