Mientras la guerra en Gaza sigue alterando los equilibrios del Medio Oriente, Egipto se ve arrinconado por una ofensiva diplomática inesperada: la de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, que ha puesto al Canal de Suez en el centro de su estrategia exterior. No se trata de una disputa comercial, sino de una exigencia simbólica y económica: tránsito gratuito para buques estadounidenses, como compensación por las operaciones militares de Washington en el mar Rojo.
La lógica de Trump es clara: si Estados Unidos protege la navegación internacional frente a los ataques hutíes en Yemen, entonces los países beneficiados deben pagar. Y si no lo hacen directamente con dinero, que al menos lo hagan cediendo privilegios estratégicos. El objetivo ahora es Egipto, que atraviesa una crisis económica agravada por la guerra en Gaza y que considera el Canal de Suez no solo una fuente vital de ingresos, sino un emblema nacional.
El precio de una supuesta protección
La exigencia se reveló tras una conversación entre Trump y el presidente egipcio Abdelfatah Al Sisi. Según fuentes citadas por The Wall Street Journal, Trump planteó que Estados Unidos merecía beneficios concretos a cambio de su despliegue militar en el mar Rojo, que ha incluido bombardeos a posiciones hutíes y el desplazamiento de portaaviones y bombarderos estratégicos. Entre los “beneficios” esperados figura el tránsito gratuito de embarcaciones estadounidenses por el canal egipcio, pese a que estas representan un porcentaje mínimo del tráfico total.
Trump ha defendido esta idea tanto en privado como en público, repitiendo en redes que “el Canal de Suez no existiría sin Estados Unidos”, ignorando que fue una empresa francesa la que lo construyó y que fue Egipto quien lo nacionalizó en 1956 tras resistir una agresión militar británico-franco-israelí. La memoria histórica en El Cairo no es un detalle menor, y cualquier insinuación de subordinación extranjera sobre el canal toca fibras sensibles en la narrativa nacionalista egipcia.
¿Cooperación o coacción?
En su intento por justificar la propuesta, un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. argumentó que “la operación en el mar Rojo beneficia a Egipto” y que la cooperación debe incluir no solo inteligencia y apoyo militar, sino también “contribuciones logísticas”, como la exención de peajes. Pero para Egipto, esas tarifas son mucho más que una cuota: representan miles de millones de dólares anuales en divisas duras, en un contexto de inflación interna, devaluación y dependencia de la ayuda exterior.
Además, según analistas como Michael Wahid Hanna, de International Crisis Group, Trump está actuando sin una política exterior articulada, limitándose a emitir demandas maximalistas que Egipto debe interpretar sin saber si obedecen a un plan real o a una estrategia electoral improvisada.
Gaza como telón de fondo
Lo que complica aún más el panorama es la insistencia de Trump en vincular su agenda en el mar Rojo con su proyecto para Gaza. El republicano busca que Egipto acoja parte de la población desplazada de la Franja, como paso previo para transformar el enclave en un destino turístico al estilo de Dubái, bajo el nombre de “Riviera del Medio Oriente”. El Cairo ha rechazado tajantemente esa posibilidad por considerarla un riesgo para su seguridad nacional y una amenaza a la causa palestina.
En paralelo, funcionarios egipcios han recibido señales desde Washington sobre la posibilidad de un recorte significativo en la ayuda económica y de desarrollo, lo que refuerza la percepción de que Trump está utilizando todas las palancas de presión posibles para obtener concesiones.
Un canal en disputa simbólica
Más allá del debate técnico o económico, lo que está en juego es el estatus del Canal de Suez como símbolo de autonomía. La ampliación del canal en 2015, una obra valorada en más de 8.000 millones de dólares, fue presentada por Al Sisi como un acto de reafirmación nacional. Acceder ahora a demandas que impliquen privilegios para una potencia extranjera socavaría ese relato, especialmente cuando la presencia estadounidense en el mar Rojo no ha logrado disuadir a los hutíes ni restaurar la confianza de las grandes navieras, que siguen optando por rodear África.
En este nuevo tablero geopolítico, donde las rutas marítimas se convierten en fichas de cambio y la seguridad se ofrece como mercancía, Egipto enfrenta una encrucijada: ceder a las presiones de Trump y arriesgar su soberanía simbólica o resistir y exponerse a un aislamiento financiero aún mayor. Por ahora, El Cairo apuesta por lo segundo. Pero la factura, como siempre, llegará por mar.
Abdelhalim ELAMRAOUI
30/04/2025









