La tensión y la presión para evitar un resquebrajamiento de la economía global es la protagonista de las reuniones de primavera de las dos instituciones multilaterales más poderosas del mundo que arrancan esta semana con un telón de fondo que rompe con cualquier precedente: una guerra arancelaria declarada por el propio país anfitrión, Estados Unidos.
Las delegaciones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, llegan bajo la incertidumbre de no saber qué más esperar y listas para la revisión de proyecciones. Mientras que los líderes mundiales esperan que este encuentro responda a la pregunta común: ¿está el sistema económico global entrando en una nueva era de disgregación?
La fragilidad de la confianza
Lo que en otra época hubiera sido una cita técnica para hablar de empleo, deuda y desarrollo, hoy se ve eclipsado por el eco de las últimas decisiones del mandatario estadounidense Trump que han afectado el rumbo total de la economía y el comercio en el orbe.
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, no ha dudado en calificar esta guerra arancelaria como un “riesgo significativo”. Lo dice con el tono sereno de una economista curtida, pero detrás de cada palabra se adivina una alarma encendida: los mercados se vuelven volátiles, los inversores se retraen, y el crecimiento mundial se desacelera. No habrá recesión, asegura, pero sí “reducciones notables”.
En sus discursos previos al arranque oficial, Georgieva ha puesto el dedo en la llaga: no se trata solo de aranceles, sino de algo más profundo y estructural. “Lo que estamos viendo es la erosión de la confianza: entre países, en el sistema multilateral y en la estabilidad de las reglas del juego”, declaró.
El sistema internacional de comercio, ya frágil tras una década de tensiones, enfrenta ahora su prueba de fuego. La reconfiguración del orden global no es teórica: está en marcha. Para esta funcionaria, la historia ha demostrado que el proteccionismo no solo ralentiza el crecimiento, sino que mina la productividad de forma irreversible, especialmente en los países más pequeños y dependientes del comercio exterior.
Es así como mientras el FMI se ocupa del termómetro macroeconómico global, el Banco Mundial ha encendido sus propias alarmas, especialmente en el frente laboral. Ajay Banga, presidente del organismo, ha puesto sobre la mesa una cifra escalofriante: 1.200 millones de jóvenes entrarán al mercado laboral en los próximos diez años en países en desarrollo, pero solo habrá oportunidades para unos 420 millones. Esta brecha, «no se cerrará con discursos ni con más deuda», advirtió. Se necesita inversión, innovación… y reglas de juego estables. Y eso, subraya, no es compatible con políticas comerciales erráticas que disuaden a las empresas de arriesgar.
¿Un Estados Unidos desconectado?
Quizás la incógnita más delicada que sobrevuela las reuniones no esté en las cifras ni en los gráficos. Está en la sala, con nombre y apellido: Estados Unidos. Principal accionista tanto del FMI como del Banco Mundial, Washington ha insinuado que podría revisar su nivel de apoyo económico a estas instituciones.
El compromiso previo de 4.000 millones de dólares para la Asociación Internacional de Fomento (AIF), firmado bajo la administración del expresidente norteamericano Joe Biden, está ahora en revisión. Y muchos temen que Trump, que ha sido históricamente crítico del multilateralismo, decida reducir su implicación en los grandes consensos internacionales. En este sentido, analistas internacionales siguen muy de cerca esta reuniones ya que preocupa cuál será el papel que quiera quiere jugar EE.UU. en e mundo ante el vaivén de sus decisiones y su política proteccionista.
Un nuevo orden, ¿o un viejo fantasma?
Los informes clave que se publicarán como Las Perspectivas de la economía mundial, El Monitor Fiscal y el Informe de Estabilidad Financiera se publicarán en los próximos días y confirmarán lo que ya se intuye: el mundo se enfría. La inflación repunta en algunos países, el crecimiento pierde impulso y la inversión vacila ante un horizonte confuso. Pero tal vez el dato más importante no esté en el porcentaje de crecimiento del PIB, sino en el cambio de narrativa
En la primavera de 2025, la economía global parece decirnos que el tiempo de los consensos fáciles ha terminado, y que incluso el dólar, en otrora el rey de un sistema cada vez más cuestionado, podría estar entrando en una zona de turbulencias. El reloj de las instituciones globales marca la hora, y esta semana, más que nunca, todos miran hacia Washington.
21/04/2025
María Angélica Carvajal









