En un contexto marcado por la incertidumbre económica global y el reordenamiento de las alianzas comerciales, las políticas arancelarias de Estados Unidos impulsadas inicialmente por la administración de Donald Trump siguen dejando una huella profunda en la economía internacional. En su declaración a Marruecom, el economista y académico Abdelilah El Attar, analiza en detalle estas dinámicas y sostiene que el proteccionismo estadounidense no es una respuesta coyuntural, sino el resultado de una estrategia estructurada de transformación del orden económico global.
Según El Attar, las medidas arancelarias adoptadas por Trump, lejos de ser decisiones improvisadas, responden a una doctrina económica sostenida por una corriente ideológica dentro del Partido Republicano —la llamada escuela republicana derechista— que defiende el repliegue hacia los intereses nacionales frente a la creciente competencia de otras potencias económicas como China, India o el bloque europeo. Esta orientación, explica, “marca el paso hacia una economía posglobalización” que busca revertir los efectos de décadas de liberalización económica y retorno al “nacionalismo económico”.
Durante años, Estados Unidos se erigió como abanderado de la globalización, promoviendo mercados abiertos y un sistema multilateral que, paradójicamente, beneficiaba a sus propias corporaciones multinacionales. Sin embargo, con el ascenso de nuevas potencias económicas que han acumulado superávits comerciales frente a EE. UU., como es el caso de China o Alemania, Washington decidió virar hacia una lógica de defensa industrial y competitividad local. El Attar destaca que esta “estrategia del retorno” se ha acelerado tras la pandemia de la COVID-19, que evidenció la vulnerabilidad de depender del exterior para bienes estratégicos como mascarillas o medicamentos.
En términos prácticos, la política arancelaria estadounidense ha tenido un impacto diferenciado entre los países según su nivel de integración económica con EE. UU. “En su fase inicial, las medidas se dirigieron a rivales comerciales evidentes, pero ahora incluso países aliados como Canadá, México y la Unión Europea se han visto afectados”, advierte El Attar. Esto ha generado fricciones diplomáticas, pero también una reconfiguración de cadenas de valor que busca incentivar el regreso de la producción al territorio estadounidense.
Marruecos ante el nuevo tablero económico
Frente a este panorama, Abdelilah El Attar subraya que países como Marruecos podrían convertirse en ganadores indirectos de este proceso. Con una tasa arancelaria relativamente baja del 10 % impuesta por EE. UU., y gracias a su ubicación estratégica y su red de acuerdos de libre comercio —con Europa, África y la propia América del Norte—, Marruecos se posiciona como una plataforma de relocalización industrial altamente atractiva.
“Empresas extranjeras, especialmente chinas, podrían optar por establecer plantas de producción en Marruecos para exportar a Estados Unidos desde un país con condiciones arancelarias más favorables”, apunta El Attar. Esta dinámica ya se refleja en un aumento de las inversiones extranjeras directas (IED) en sectores como la automoción, la aeronáutica y las energías renovables. Marruecos, afirma el economista, podría capitalizar esta situación para generar empleo, impulsar su PIB industrial y afianzarse como un nodo logístico regional.
No obstante, advierte que Marruecos no podrá sustituir a corto plazo productos europeos con fuerte arraigo como los provenientes de España o Francia. Las limitaciones estructurales y de escala del aparato productivo marroquí aún representan un desafío para acceder plenamente a grandes mercados como el estadounidense. Sin embargo, sí existen nichos de oportunidad en industrias como el textil, la agroalimentación o los componentes para vehículos eléctricos.
¿Hacia un nuevo orden económico global?
El Attar concluye que esta etapa de proteccionismo selectivo —con tintes de diplomacia coercitiva— puede redefinir el equilibrio económico global. “Las reglas del comercio internacional, tal como las conocimos durante décadas, están cambiando. Las alianzas estratégicas se reconfiguran, las cadenas de suministro se acortan y los Estados recuperan el protagonismo económico frente al mercado globalizado”.
Marruecos, dice, deberá adaptar su modelo de desarrollo económico apostando más por el valor añadido local y menos por la dependencia de la demanda externa. La clave, en su visión, será “construir una economía interna sólida que aproveche los efectos indirectos de las tensiones globales para fortalecerse estructuralmente”.
La era posglobalización parece haber comenzado, y con ella, un mundo donde las alianzas no se forjan sólo en torno a valores compartidos, sino también en función de intereses arancelarios y de producción estratégica. En ese tablero, Marruecos tiene la oportunidad de redefinir su papel.
Abdelhalim ELAMRAOUI
15/04/2025









