En el transcurso de una sola semana, tres acontecimientos de gran calado han dejado al descubierto la creciente fragilidad del posicionamiento diplomático argelino en torno al conflicto del Sáhara y su influencia regional. Los hechos no son meramente aislados, sino profundamente interconectados, y evidencian una pérdida progresiva de margen de maniobra para Argelia en el tablero norteafricano y del Sahel.
Tensión con el Sahel: la fractura del vínculo sureño
El primero de estos eventos fue la interceptación y derribo, por parte del ejército argelino, de un dron militar perteneciente a Malí el 31 de marzo, supuestamente por haber incursionado dos kilómetros en el espacio aéreo argelino. Lejos de tratarse de un simple incidente fronterizo, la reacción fue contundente: los países miembros de la Alianza del Sahel —Malí, Níger y Burkina Faso— respondieron con dureza, calificando el acto de hostil, llamando a consultas a sus embajadores en Argel y acusando a esta de respaldar a grupos insurgentes. La respuesta oficial argelina, centrada en la defensa de su soberanía territorial, no consiguió aplacar el deterioro de sus relaciones con estos países, con los que hasta hace poco compartía una alianza tácita mediada, en parte, por vínculos comunes con Rusia.
Aislamiento diplomático y el consenso internacional hacia la propuesta marroquí
El segundo suceso, más sutil pero geopolíticamente más decisivo, vino de la mano de declaraciones convergentes de altos funcionarios de exteriores de Francia, España y Estados Unidos, previas a la sesión informativa de la ONU sobre el Sáhara. En una inusitada coordinación discursiva, los tres países reafirmaron la viabilidad y seriedad de la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara, como marco realista para una solución definitiva. La postura estadounidense, además, fue reafirmada durante una visita oficial de Nasser Bourita, ministro marroquí de exteriores, a Washington. Marco Rubio, alto cargo republicano, no solo reiteró el reconocimiento de la soberanía marroquí, sino que urgió una solución inmediata basada en el plan de autonomía.
El ministro español José Manuel Albares, por su parte, fue particularmente explícito: «No se puede seguir aplazando el conflicto solo por contentar a quienes agitan eslóganes vacíos». En paralelo, el canciller francés Jean-Yves Le Drian, durante su visita a Argelia, también reafirmó el respaldo francés al plan marroquí, exponiendo las crecientes tensiones bilaterales entre París y Argel.
El giro hacia Irán: un intento de reequilibrio estratégico
El tercer desarrollo relevante fue la visita del viceministro iraní de Exteriores, Abbas Araghchi, a Argelia, donde fue recibido con honores por altos funcionarios, incluido el presidente Abdelmadjid Tebboune. Aunque los comunicados oficiales se limitaron a referencias genéricas sobre Palestina y la legitimidad de la resistencia, el trasfondo geopolítico sugiere que Argelia busca revitalizar su influencia mediante una alianza con Teherán, en un momento en que Irán también se encuentra geopolíticamente acorralado en Siria, el Líbano y su frente nuclear.
Este movimiento puede leerse como un mensaje indirecto a Occidente: frente al aislamiento progresivo, Argelia insinúa que podría abrir espacios de cooperación con potencias disruptivas como Irán. Algunos analistas interpretan este acercamiento como parte de una estrategia más amplia de diversificación militar, que incluiría también el acercamiento reciente a la India para la adquisición de capacidades tecnológicas militares, particularmente en el campo de drones y misiles.
Una estrategia en retirada: ¿fin del capital político en el Sáhara?
Lo que emerge de estos tres frentes es una Argelia que, al perder capacidad de interlocución tanto con sus vecinos africanos como con las principales potencias internacionales, ve resquebrajarse la arquitectura diplomática construida en torno al expediente del Sáhara desde hace más de cincuenta años. El apoyo internacional se desplaza, cada vez con menos disimulo, hacia el enfoque pragmático marroquí, al tiempo que se desvanece la posibilidad de una solución basada en el referéndum promovido por el Frente Polisario, sostenido por Argel.
Este cambio de paradigma también conlleva implicaciones económicas. La ruptura con Níger complica seriamente la viabilidad del ambicioso proyecto de gasoducto transahariano que uniría Argelia con Nigeria. La inversión de años en estudios de viabilidad y proyecciones estratégicas podría haber sido en vano, mientras Marruecos avanza en su propio proyecto energético alternativo con apoyo internacional.
En este nuevo contexto, Argelia aparece como una potencia regional que ya no logra marcar el paso de los acontecimientos, sino que reacciona con medidas desesperadas, intentando recomponer su margen de negociación en un escenario en el que sus apuestas diplomáticas parecen agotadas. A la espera del próximo informe del Consejo de Seguridad de la ONU, que podría redefinir el mandato de la MINURSO, lo que está en juego no es solo el futuro del Sáhara, sino también la validez misma de la estrategia exterior argelina de las últimas décadas.
Abdelhalim ELAMRAOUI
11/04/2025









